Ha cambiado el viento; Susana disfruta del aire nuevo en silencio. La vicepresidenta del Gobierno ha pisado una cáscara de plátano que no advirtió en su camino, altivo e ingenuo: aceptó un relator, un mediador para las conversaciones entre socialistas y separatistas catalanes, y provocó una tormenta. El independentismo catalán, maestro de la propaganda, aprovechó la ocasión. El lance parece un guion deHouse of Cards: Carmen Calvo admitió un animador en las negociaciones. Inmediatamente, el Gobierno catalán publicó los 21 puntos que Torra entregó a Sánchez en Barcelona el 20 de diciembre, que incluyen un mediador internacional. El término evoca las conversaciones en el 93 entre israelíes y palestinos en Oslo. Se montó una bronca y el Gobierno ha reculado humillado. (Los independentistas parecen asesorados por los Underwood, el Gobierno por Homer Simpson… y la derecha nacional por Rambo).

En Oslo se habló de paz por territorios. Aquí hay algo similar, bilateralidad por presupuestos. De un lado, un Gobierno ansioso por durar, durar y durar, obstinado en aprobar las cuentas de 2019, y enfrente un grupo de maestros del relato dispuesto a sacar petróleo a cada pequeña concesión. Calvo no gestiona mejor que Sáenz de Santamaría el embrollo catalán; le toman el pelo igual. Eso sí, el escándalo puede venirle bien a la promoción del libro del presidente, Manual de resistencia, escrito a cuatro manos con Irene Lozano.

El Gobierno tiene una portavoz que para ser entendida por los españoles necesita un diccionario Calvo-Español Español-Calvo. Imprescindible para comprender por qué donde Pedro Sánchez veía rebelión, el inquilino de La Moncloa percibe otra cosa. O por qué los partidos catalanes deben hablar fuera del Parlament, con mediador, mientras los partidos españoles se relacionan en el Congreso. O por qué el papel del relator es inocuo. El documento de 21 puntos de Torra es delirante: la foto de un país franquista, de cultura fascista, sin independencia judicial, donde se incumplen los derechos humanos. Como diría Guerra, el asunto más que relator requiere un psiquiatra.

La democracia española precisa una mayoría parlamentaria que no dependa de los nacionalistas que han condicionado a Suárez, González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez. En la epístola de Pablo Iglesias a sus discípulos, reunidos la semana pasada en el Consejo Ciudadano de Podemos, advertía que hay sectores que propugnan un modelo macroniano de gran centro "con Ciudadanos, un PSOE susanista y una izquierda amable escindida de Podemos", en alusión a Errejón. Iglesias lo mostraba como un riesgo, pero es una idea.

El vendaval del relator ha dado una tregua inesperada a Susana Díaz en la sorda batalla por su supervivencia. No se ha sumado al coro de socialistas críticos con el nuevo desliz del Gobierno. Se habrá mordido la lengua. Ella calla y respira.

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