LA cifra es escalofriante: según la Encuesta de Población Activa (EPA), el paro en España alcanza una media del 21,29% en el primer trimestre del año. Expresado de forma comprensible para todos, en nuestro país hay 4.910.200 parados, máximo absoluto desde que llevamos la contabilidad de estos asuntos. Si de la frialdad de los totales pasamos a un análisis más detallado, descubrimos que la situación es todavía peor en determinados territorios: el paro aumentó en 14 comunidades autónomas y en Ceuta y bajó sólo en tres y en Melilla. A la cabeza del desastre, Andalucía (1.187.600 parados y una tasa del 29,68), Canarias (312.400 parados y una tasa de paro del 28,52), Ceuta (8.700 parados y una tasa del 26,43), Murcia (192.100 parados y una tasa del 26,16), Baleares (144.100 parados y una tasa del 25,36) y Extremadura (125.000 parados y una tasa del 25,06). En el otro extremo, País Vasco (11,61), Navarra (13,40), Madrid (15,43), La Rioja (15,44) y Cantabria (16,37). Si el desglose lo hacemos por provincias, observamos que cinco superan el 30% de paro (Huelva, Málaga, Cádiz, Almería y Las Palmas) y que otras diez (Granada, Córdoba, Ávila, Badajoz, Castellón, Sevilla, Ceuta, Murcia, Tenerife y Baleares) se sitúan entre el 25 y el 30%.

No hay prácticamente ningún sector en el que no haya aumentado el paro: el sector servicios, la industria, la agricultura y la construcción ven incrementadas sus cifras. Como también el colectivo de parados de larga duración y el de demandantes de primer empleo. El paro, por otra parte, aumentó en ambos sexos, aunque con mayor incidencia entre las mujeres. La tasa de paro masculino está en el 20,76% y la del femenino en el 21,94%.

Para percibir la magnitud y la gravedad del drama, sirva el montante de los hogares con todos sus miembros desempleados: 1.386.000. No podemos -para eso hay que estar en el problema- entender la desesperación de tantas familias sin horizonte ni futuro. Precisamente de este último, del futuro, nos habla otra comprobación desoladora: la tasa de paro entre los jóvenes se coloca en el 45,4%. Casi la mitad de los jóvenes en edad de trabajar está en el paro (867.200). En el segmento opuesto, los parados de más de 45 años alcanzan una cantidad igualmente penosa: 1.281.700.

Alguien ha afirmado, y yo lo comparto, que estos números son obscenos y que demuestran la incapacidad de nuestros políticos y de nuestras leyes para detener una sangría que amenaza, ya de modo evidente, la estabilidad social. Frente a la contumacia de esta insufrible realidad, hace falta una determinación y una competencia que, hoy por hoy, no concurren en nuestros gobernantes. ¿Cuánto sufrimiento añadido hace falta para que reconozcan, al fin, su fracaso y dejen paso a nuevos gestores y a nuevos proyectos? ¿Es legítima su obstinación dañina? ¿Están dispuestos, acaso, a establecer récords aún más vergonzosos?

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