Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Trump, el Capacobardes

Biden ha dicho en su discurso de toma de posesión que desea que EEUU vuelva a ser el faro del mundo. ¡Deslumbrante!

Trump parece sacado del poema de Agustín García Calvo La cara del que sabe: "En la escuela, al salir de recreo / al patio empujándose, / si ves a uno que lo llaman el Capacobardes / que le escupe en la oreja al tonto / de la clase / y se planta aguardando / que el otro se arranque, / helados de vidrio verás allí / los ojos del que sabe". Millones de votos y su carácter chulesco e infantil le hicieron creer que su país, que el mundo entero, era el patio de su colegio y que podía saltarse el plan de centro a su capricho. Su altanería le ha impedido ver que, incluso él, hubiera necesitado de un buen guionista de película de buenos y malos, de esos que tanto contribuyeron a propagar la imagen de unos EEUU benéficos -"faro del mundo", según Biden-, defensores de la democracia y de la libertad. Comparando su mandato con el de otros presidentes, o con el de otros líderes mundiales, se echa de menos a los guionistas de series como El ala oeste de la Casa blanca o Madam Secretary. Series que, junto con películas tan edificantes como Matar un ruiseñor, han ayudado a que EEUU se autoproclame líder del mundo libre, pese a Guantánamo, Hiroshima o a Irak. Hasta los reyes y nobles medievales sabían que tenían que contratar escribas que inventasen un relato legendario y maravilloso para ocultar sus atrocidades. Los cronistas medievales, a sueldo de la aristocracia, redactaban unas crónicas en las que el poderoso aparecía como héroe o santo. Si quemabas herejes albigenses, organizabas cruzadas contra el infiel y arrasabas territorios enteros, no podías descuidar la propaganda. E, incluso, alguno como San Luis de Francia logró alcanzar la santidad no mucho después de morir, y vio sus sangrientas hazañas convertidas en servicios heroicos a la fe de Cristo. El dominico Santiago de la Vorágine (1218-1298), guionista y relator de la vida de este mirífico rey, aun reflejando en La leyenda Dorada alguna barbaridad cometida por el monarca, nos lo muestra caritativo y compasivo con pobres y vasallos, aunque feroz con los impíos. Enceguecido Trump por el fervor de sus fanáticos, prescindió del guión democrático y, al final, dejó que se lo garrapateara en el Capitolio un demonio con cuernos y tatuajes. Ha sido su perdición. Mejor le hubiera ido con el guionista de la película El Presidente y Miss Wade.

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