EL nuevo gobierno griego está integrado exclusivamente por varones. Diez ministerios, diez ministros. Cien por cien de hombres. El jefe, Alexis Tsipras, habrá entendido que no hay en el partido Syriza ni en toda Grecia una mujer preparada para desempeñar las tareas que, al parecer, pueden realizar a la perfección sus colegas varones. Estoy segura de que se habrá apoyado en muchas y valiosas mujeres para ganar las elecciones. Esto ocurre más a menudo de lo que se piensa.

El sexismo es un zanja que, a pesar de haber arrojado a ella muchos cadáveres de mujeres, muchas injusticias, muchas discriminaciones y muchas lágrimas, todavía sigue siendo muy profunda.

Lo sucedido en la formación del gobierno griego no es un hecho que perjudique tanto a las mujeres como a los miembros del gabinete y, por supuesto, al pueblo griego. Porque se deja fuera (en una situación tan crítica) a personas que no solo podrían aportar inteligencia y buen hacer, sino porque incorporarían una sensibilidad especial en el modo de entender lo que es el poder, lo que es la realidad y lo que es la vida. Y porque tendrían una capacidad de diálogo mucho mayor y, por consiguiente, mucho más eficaz para resolver los problemas.

Por otra parte, cuando entran mujeres a formar parte del gobierno, suele designarse a hombres para ministerios considerados fuertes (Economía, Hacienda, Defensa…) y a mujeres para carteras blandas o menores (Asuntos Sociales, Cultura, Educación, Igualdad…). Al feminizarse los cargos, se devalúan. Y, al estar devaluados, se pone al frente de ellos a mujeres. Porque sigue habiendo mucho sexismo en la sociedad, claro que sí.

El fenómeno afecta a las mujeres de manera doblemente negativa. En primer lugar porque las deja fuera de las esferas de influencia. En segundo lugar, porque desaparece su visibilidad. Teniendo en cuenta que existe la trampa del 'mito de la excepción', que podríamos formular de la siguiente manera: si una mujer llega, todas pueden llegar. No. No es verdad que así sea. Al menos no es verdad que puedan llegar con la misma facilidad que los hombres.

Algunas mujeres gobiernan con el estilo de mando de los hombres. Para hacerse valer copian las concepciones, las actitudes y las prácticas de los gobernantes varones. Baste poner como ejemplo a la señora Margaret Tacher, convenientemente llamada 'dama de hierro'. De ella se decía que llevaba faldas largas para que no se le vieran los atributos masculinos.

Todo está impregnado de sexismo. Porque cuando se incorpora a mujeres al gobierno y alguna de ella fracasa en su cometido, hay quien atribuye el fracaso a su condición de mujer. Cuando un hombre fracasa en ese mismo cometido se atribuye el fracaso a su torpeza o a su inexperiencia.

Creo que fue Nelson Mandela quien dijo que hasta que en el mundo no haya un porcentaje del 75% de mujeres en el gobierno, no habremos avanzado lo suficiente. Pero, ¿cuál es la explicación de esta singular composición del gabinete? No es una simple casualidad. Se trata del reflejo de una actitud machista que todavía está muy arraigada en la sociedad. Creo que es más que suficiente, para una reflexión en vísperas de la celebración del 8 de marzo, que nos preguntemos por las causas de la exclusión de mujeres en el gobierno griego y por la ausencia de una sola línea de crítica respecto al tema en Grecia.

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