Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Vendiendo España

Sánchez puede aceptar humillaciones para mantenerse en el poder, pero no en nombre de los españoles

Que atrabiliarios personajes catalanes del cansino sainete político español, como son los independentistas Quim Torra y Gabriel Rufián, se conviertan en actores principales que pueden decidir el futuro de un Gobierno y de su ambicioso presidente, además de afectar a la integridad territorial de lo hasta ahora conocido como España es, cuanto menos, un episodio más del esperpento del que les vengo hablando hace tiempo, quizá reiteradamente porque quién ha comentado hace décadas la vida política, cultural y social del país no recuerda estampas más pintorescas o graves que las actuales. He analizado y criticado gobiernos de centro, derechas e izquierdas, con sus luces y sombras -no sólo a nivel nacional, sino local-, pero nunca había visto un panorama tan preocupante.

Tampoco he visto un presidente capaz de cambiar de ideas en tan poco tiempo, y utilizar la táctica de Marx (Groucho) proclamando cínicamente "estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros muchos". Como lo único que le importa es mantenerse en el poder es capaz de aceptar humillaciones, a las que le somete Torra, Rufían y los independentistas, en general, como viene ocurriendo desde que su copioso gobierno compartido con Podemos -que, al fin conoce los placeres de la casta que detestaban antes de tener despachos, sueldos y coches oficiales- depende de ellos, en especial del partido de Rufián y su encarcelado jefe Junqueras que insiste en ser liberado, pero sin propósito de enmienda porque haría lo mismo cuando sea posible. Para él y los condenados por sedición ha anunciado don Pedro una reforma del Código Penal. Sánchez, sin embargo, debería tener en cuenta que puede aceptar las exigencias y humillaciones que quiera, pero no en nombre de los españoles.

La última escena conocida del esperpento fue la reunión entre dos 'jefes de Estado' -así se montó el escenario, con alfombra roja y mossos de gala-, Sánchez y Quim Torra, conocido por sus ideas supremacistas, "para hallar puntos de acuerdos con la Generalitat", cuyo president expresó, una vez más, sus dos puntos básicos para debatir en la mesa de diálogo: autodeterminación -cuestión sobre la que es imposible discutir, salvo que el Gobierno español acepte la 'plurinacionalidad' tan querida por Iglesias- y amnistía. Mientras, el jefe, de Torra, el huido Puigdemont, exigía al Estado pedir perdón por aplicar el 155 en Cataluña, calificándolo de 'golpe de Estado'. Pero Sánchez promete desjudicializar el asunto y negociará de igual a igual con el presidente de la otra 'nación' para seguir esta tragicomedia infame.

El esperpento continúa, a izquierda y derecha. Pero me resisto a admitir que vuelven las dos Españas, alguna de las cuales nos helará el corazón, como decía Machado.

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