Acta non verba

Curro Ledesma

rfledesma@economistas.org

Veni, vidi, vici

Nuestro esfuerzo normalmente se contenta con vivir al día sin detenernos en el detalle

¿recuerdan hace exactamente un año? Todos ansiábamos que llegara 2020. ¿Quién no calculó de joven que edad tendría ese año? ¿Qué nos depararía? Ni los más extravagantes vaticinios del médico francés y profeta, Nostradamus, nos augurarían un año tan devastador. Aunque no hay que irse hasta 1555 cuando publicó su libro Las Profecías. En 2008, la escritora Sylvia Browne presagió en su libro End of days en su página 312 que "alrededor de 2020, una enfermedad grave similar a la neumonía se extenderá por todo el mundo, atacando a los pulmones y los bronquios y resistiendo todos los tratamientos conocidos".

Pero más allá de videntes, médiums, tarotistas y vendedores de crecepelo, lo único que está claro es que 2020 llegó para cambiar nuestras vidas, nuestra forma de relacionarnos, en definitiva, el mundo tal y como lo conocíamos hasta ahora. Si los atentados del 11-S alteraron el nuevo orden mundial, diecinueve años después, otra guerra le recuerda al ser humano la vulnerabilidad de nuestra especie. Y es que 2020 llegó, vio y venció.

No obstante, como todas las guerras y crisis, la pandemia será transitoria. Todo llega, todo pasa. Por eso, no debemos perder la esperanza ni la motivación. Pero, ¿cómo vislumbrar un porvenir en medio de este contexto de inseguridad? Mientras escucho Take Five de Paul Desmond interpretada por The Dave Brubeck Quartet y tras pasar un día intenso de tertulia profunda e inquietante con una gran persona en un rincón de Málaga, llego a la conclusión de que sólo hay un camino. Vivimos casi siempre con una vida espiritual de "mínimos". Nuestro esfuerzo normalmente se contenta con vivir al día sin detenernos en el detalle.

En 2014, un gran amigo y sacerdote que me ha acompañado durante toda mi vida, don Francisco Molina, me habló de un estilo de gestión económica basado en la "cultura del dar", una cultura económica centrada en la persona. A pesar de ser un economista neoliberal convencido, he de reconocer que aquella charla de una calurosa tarde de agosto, hizo cambiar algo dentro de mí. Y es que la salida es hacia dentro.

Por eso, debemos promulgar un amor capaz de volverse diálogo, es decir, un amor que lejos de ser orgulloso, sepa abrirse a todos y colaborar para construir juntos la paz y la unidad. Luchemos por abrir los ojos hacia el otro, sea cual sea su convicción, para animarnos solidariamente en estos momentos tan difíciles. Al final de la vida, al final de este año y al final de cada día seremos examinados del amor que es la gran asignatura, la única y siempre pendiente. Algunos me tacharán de iluso, pero dar el primer paso te convierte en un agente proactivo de tu propia vida y proyecta tu crecimiento personal. No amemos con palabras, sino con hechos.

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