Ver las barbas cortar…

No es admisible más el sistemático y mezquino estilo en el uso de la mentira impuesto por el llamado 'sanchismo'

Terminado el recuento de votos, en la tarde noche del pasado domingo y comprobado el triunfo, impresionante y sin paliativos, alcanzado por el presidente Juanma Moreno, del Partido Popular, en los comicios al Parlamento Autonómico de Andalucía, se dejaron oír, sin vergüenza ni rubor, las voces de algunos malos e indignos perdedores, sin sentido alguno del ridículo, achacando a peregrinas razones -que excuso enumerar por evitar vergüenzas ajenas- y que nada tenían que ver con sus propias ineficacias, queriendo hacernos creer -con algunas mentiras más, todavía- su inocencia ante las causas de su propio hundimiento siempre, claro está, incluso con peripatéticas, ridículas, con algunos granos de mezquindad y hasta amarilla bilis por entre las pretendidas justificaciones de sus respectivos hundimientos porque, en las elecciones del pasado domingo, ningún partido de izquierda ha sido capaz de salvar ni los muebles: todos se han hundido en estrepitosa e imparable ruina, sancionados severamente por el electorado soberano, que es quien de verdad decide en estos asuntos que le son propios.

Hace falta humildad, mucha más humildad y verdad en la izquierda ideológica, porque lo exigen los electores, si es que los partidos de ese espectro del arco parlamentario desean seguir existiendo como opción posible en el ejercicio de la política donde, en muchos aspectos, son realmente necesarios. Pero no es admisible más el sistemático y mezquino estilo en el uso de la mentira impuesto por el llamado sanchismo, como si los electores fuésemos imbéciles o de inteligencia incapaz. Eso sienta muy mal al personal, es un modo estúpido de reírse de las particulares inteligencias y voluntades, semejando posturas y gestos más propios de autócratas, de tiranos baratos que de verdaderos y respetables dirigentes democráticos. Esos talantes se deben de depurar.

Y no deseando hablar del partido Ciudadanos, sí decir que sus representantes, habiendo sido eficaces en el anterior gobierno de la Comunidad Autónoma y leales en la coalición -no así en otras instituciones, como es el caso del Ayuntamiento granadino- han resultado, también por decisión de las urnas, laminados en esta convocatoria electoral en la que la ciudadanía parece que ha valorado global y muy positivamente la acción directora gubernamental del presidente Moreno Bonilla.

Sí ha sido institucionalmente leal el alcalde de Granada, Paco Cuenca, quien se ha apresurado en felicitar a los triunfadores, viendo las barbas del vecino cortar y anunciando al tiempo, histriónicamente, un "listado de exigencias improrrogables para Granada", cuando él mismo bien se cuida de no molestar al liante presidente Pedro Sánchez -que Dios confunda, más- y tiene al Ayuntamiento haciendo aguas por las tres calles que lo rodean y la plaza que lo precede. ¿O no?

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