Verdaderas noticias de paz

La Navidad no deja de conmovernos porque nuestros corazones aún anhelan noticias de paz y concordia

Una de las utilidades remotas que tiene -aún- el papel de periódico, una vez que hemos leído la información que diariamente nos trae, no es sino la envoltura, la protección de algunos objetos que, por su especial fragilidad, guardamos bien cubiertos y mullidos aunque, hoy día, quizá se utilicen más esas eficaces y muy amortiguantes láminas de plástico llenas, completamente, de burbujas, pequeñas burbujas de aire que llegan a conceder casi una especie de ingravidez a lo que con ellas envolvemos. Pero eso es, a todas luces, mucho más impersonal, frío y desde luego nada comunicativo. El papel del periódico llega a constituirse, casi, en una especie de retazos de imperfecta hemeroteca que, junto a la recuperación de esos objetos que envuelven, nos recuerdan lo que hubo de suceder en aquellos días en que procedíamos a tan mimoso embalaje.

Esta vez, el primero ha sido el rey mago Baltasar el que, en la desenvoltura de su figurilla, me ha regalado la memoria de aquella exposición de cerámica arquitectónica nazarí inaugurada, precisamente, en diciembre de 2018, en los Museos Hispano-Musulmanes de la Alhambra en la que tanto disfruté. Casi se me había olvidado aquella tan interesante muestra, como también el segundo papel que abrí, hace pocos días, que abrazaba dulce y mullidamente la figura de un buey tranquilón y somnoliento, ese otro papel de periódico no era sino la primera plana del diario Granada Hoy, de 7 de febrero de 2018, igualmente, y que mandaba página a cuatro columnas informándonos que "Pina -aquel obscuro testaferro que rigió durante algún tiempo los designios empresariales del Granada C.F. ¿recuerdan?- escondía su patrimonio a Hacienda con ventas ficticias...".

Se refresca la memoria en esta ceremonia de sacar El Belén del cajón en el que pasa el resto del año mientras, como apartado de la más contundente realidad que sucedió, atesora en su muda obscuridad la memoria de algunos días, pocos días, entre trozos de páginas de periódico y publicidad de negocios que, a lo peor -tal y como va la cosa- ya ni existen. Sí, esa memoria que nos espera agazapada entre las gozosas figuras del Nacimiento que, en sí mismo, ya constituye una gran noticia que acontece repetitiva, sin empalago ni pesadez, cada año, cada mes de diciembre, entre villancicos y voces claras e inocentes de la chiquillería y la visión nostálgica de muchos mayores, que amamos la paz permanente y nos evoca los lejanos y más entrañables recuerdos de la infancia y la juventud añoradas.

Así, pues, no por esperada, la Navidad no deja de conmovernos en mayor o menor grado. Porque, nuestros corazones, que fueron de niños ilusionados, aún anhelan esas verdaderas noticias de paz y de concordia. ¿O no?

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