Llegar a una ciudad a plena luz del día tiene sus atractivos. El de ver un sitio a pleno rendimiento, con la gente yendo de aquí para allá, lidiando con la rutina y observando el verdadero pulso de un lugar por intentar ser diferente a los demás. Que de eso va la geografía, de diferenciarse, al fin y al cabo. Pero un primer encuentro nocturno también tiene mucho encanto. Que las puertas de la ciudad se abran a la imaginación del viajero con toda la magia que tiene la noche pensando que por la mañana todo volverá a su orden natural.

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