La noticia del futuro nombramiento de Teresa Ribera como vicepresidenta de Transición Ecológica y Reto Demográfico es para mí una buena noticia tanto por la persona designada, como por la decisión de elevar de rango unas políticas públicas que son estratégicas y fundamentales para nuestro futuro como país.

Pocas personas hay como Teresa Ribera para liderar las políticas públicas ligadas a la transición ecológica pues tiene una cualificación y una experiencia más que acreditadas. Y es una idea ampliamente aceptada que en estos momentos de la historia social se hace necesario el despliegue de políticas eficaces que permitan hacer una transición hacia un nuevo modelo productivo y de vida que lleven a una garantía de sostenibilidad en materia de medio ambiente y lucha eficaz frente a las consecuencias del cambio climático.

Este es uno de los desafíos de nuestro tiempo y, a la vez, una de las grandes oportunidades para subirnos al tren del desarrollo haciendo posibles y viables las decisiones que permitan el cambio del modelo productivo que tenemos comprometido junto al resto de países, en las diferentes conferencias de cambio climático en las que España ha tenido presencia y compromiso.

Siempre he pensado que los cambios en estas materias son una oportunidad para la inversión y el desarrollo pues generan nuevos yacimientos de empleo y riqueza y, por eso, conviene que quienes tienen que impulsar las transformaciones necesarias tengan (además de la mejor cualificación y experiencia posibles), el peso político necesario para articular las medidas transversales que habrá que ir aplicando. El nivel de vicepresidencia es el más adecuado y, desde luego, el nivel de capacitación de Teresa Ribera es indiscutiblemente alto.

De igual manera, el reto demográfico es un asunto de envergadura y de enorme actualidad en las sociedades desarrolladas como es la española. En especial, el envejecimiento poblacional y las migraciones del medio rural al medio urbano, son asuntos de trascendencia social, económica y política. Y las políticas públicas que deben impulsarse son también transversales afectando a diversas áreas gubernamentales.

Nos jugamos mucho como sociedad en el camino que seamos capaces de recorrer en los próximos años en estas materias. Las medidas a desarrollar deben tener en mi opinión una impronta de sostenibilidad y de lucha frente a la desigualdad, lo cual encaja muy bien con la visión de la socialdemocracia. Pero también deben ser políticas sostenibles en el tiempo.

Ello requiere capacidad de diálogo y consenso con otras fuerzas políticas y con los sectores empresariales, sindicales y sociales que pueden contribuir a esa transformación, generando escenarios de estabilidad estratégica y arrimando todos el hombro en la buena dirección.

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