Tribuna

Jesús rodríguez de moya conde

Víctor Barrio, muerte de un torero

Desde pequeño mi ilusión fue ser torero, de niño jugaba al toro imaginario con otros niños que soñaban mi mismo sueño, hasta que, creciendo, el toro empezó a tener vida propia y ya no pude ser torero o no quise lo suficiente serlo. De aquel tiempo viene mi afición inquebrantable y devota hasta ser de la mano de mi padre apoderado y empresario taurino. He vivido la gloria del triunfo y el dolor de las cornadas, la grandeza de las plazas de primera y la honra de las portátiles, he saboreado el miedo solitario de unos días y las celebraciones multitudinarias de otras, los sueños y dudas de los miles de kilómetros recorridos de plaza a plaza, las ilusiones vestidas de taleguilla del verano y las promesas por los campos que el invierno recoge en silencio. He vivido la vida de los toreros, la vida que quise pero no me atreví a hacer mía. Y he sentido el vacío de los que se van como Víctor Barrio.

Llegó la tarde y llegó el toro, se fue la tarde y se lo llevó con él al sitio reservado para los héroes del toreo que pagan la gabela máxima de la vida. Y los teléfonos empezaron a sonar. Ese ruido despertó a los animalistas para clamar por la muerte del hombre por encima del animal, de ese animal que dicen amar pero no conocen, de ese animal que dicen defender pero no crían, de ese animal creado y mantenido de forma exquisita por y para el toreo. Fueron sus armas y argumentos la sinrazón y el odio, le verdad a medias y la mentira declarada. A lomos del desconocimiento llegó la perversa maldad para arrancar la humanidad de donde estuviera.

Hoy Víctor Barrio vive para siempre, pero ellos no lo entienden. Porque los valientes nunca mueren y su cobardía no les permite entenderlo. Víctor quería tanto al toro que no le importaba jugarse la vida con él, pero eso nunca jamás lo entenderán. Porque fue un torero, Ignacio Sánchez-Mejías, hace muchos años ya, el que resumió mejor que nadie lo que estamos viviendo en estos días: "El mundo es un enorme ruedo en el que el que no torea, embiste".

Sonó el teléfono. "Un toro ha matado a Víctor Barrio en Teruel"… y se hizo el vacío.

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