Señales de humo

José Ignacio Lapido

Vida nueva

HAY quienes empiezan el año asistiendo a un concierto en Viena para dar palmadas al compás de la Marcha Radetzky; otros menos jacarandosos acuden a la misa papal en el Vaticano. Cuestión de gustos. También los hay que se zambullen en las aguas heladas del Volga o atraviesan a nado el puerto de Barcelona. Se ve que el frío regenera. En el colmo de la originalidad está Zapatero, que tras conocer las pésimas cifras del paro ha invitado a un trío de "sabios" a La Moncloa. No se sabe si para pedir consejo o consuelo.

Los principios de año tienen algo de propósito de enmienda, de borrón y cuenta nueva: de abandono de los malos hábitos. Llevan implícita una voluntad de renacimiento espiritual y corporal que, como la experiencia nos enseña, es tan efímera que no llega ni a finales de enero. Como las colecciones de fascículos que se suelen iniciar en estas fechas.

En estos primeros días de 2010 yo no tenía conciencia de estar haciendo nada especial hasta que el dos de enero, al leer la prensa, comprobé que Berlusconi y yo habíamos empezado el año de igual manera: componiendo canciones de amor. Azaroso paralelismo que hizo que en ese momento el periódico se convirtiera en un espejo y al instante fuera consciente de mi propia decadencia.

A Berlusconi, que acabó 2009 de la peor manera posible, me lo imagino ahora echado en una chaise-longue, con la cara vendada, tañendo una lira con melancólica desgana. Con la mirada perdida en el vuelo errático de una mosca piamontesa mientras suspira por volver a hacer la caidita de Roma con alguna vestal en su finca de Cerdeña. Quién sabe. Los frutos artísticos de esa convalecencia y de esos pensamientos impuros ya se han publicado en forma de estrofas sueltas: "Hay amor que te enciende como se enciende una estrella, que a fuerza de besos te hace sentirte bella".

Como es difícil competir con la fuerza expresiva del ripio del primer ministro canoro, he dejado lo de las canciones de amor para estaciones más cálidas y me he puesto a escribir este artículo, que tiene tanto de trámite como de rendición incondicional, y aquí me tienen, un año más, sentado ante un ordenador en un gélido lugar del sur de Al Andalus llamado Granada, antes de que los misericordiosos muyahidines de Al Qaeda tengan bien a venir a desinfectar, desinsectar y desratizar esta parte del mundo, como así han amenazado.

A Silvio le dieron fuerte con una maqueta de la catedral de Milán en plena cara. No sé cómo habría reaccionado yo si un secuaz de Bin Laden me rompiera los piños con una reproducción a escala de la Alhambra. ¿Canciones de amor? Todavía quedan 360 días para que esto termine.

Golpe a golpe, verso a verso. Lo nuestro es desvariar.

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