Paso de cebra

José Carlos Rosales

Villancicos en sede parlamentaria

LA realidad se convierte en espectáculo cuando los reporteros de televisión y los fotógrafos de prensa aparecen con sus cachivaches y preguntas. A veces ni siquiera hace falta que se hagan preguntas. Basta con que los periodistas entren por la puerta, para que los figurantes de turno se abrochen la chaqueta o se alisen las arrugas de la falda. En ocasiones los actos públicos no empiezan hasta que no llegan los enviados especiales de radios y periódicos. Más aún: hay actos que, si no se tuviera la certeza de una foto en las primeras páginas del día siguiente, nunca llegarían a celebrarse. Lo de menos es lo que se hace o lo que se dice: lo único importante es lograr una foto, un titular, diez segundos en un telediario.

Este año (como es habitual desde hace más de una década) los parlamentarios andaluces han vuelto a retratarse cantando villancicos en sede parlamentaria: entusiasmados y felices, bajo el escudo de la Comunidad Autónoma de la que reciben honores variados y dietas de viaje, unieron sus voces el pasado viernes, olvidando rencillas y desgarros, todos unidos en la encomiable tarea de cantar delante de un puñado de fotógrafos. Y esa foto se ha convertido poco a poco en uno de los emblemas más castizos de estos días navideños; junto a los niños de San Idelfonso y los agraciados en el sorteo de Navidad, los parlamentarios andaluces (no todos, por fortuna) nos ofrecen lo mejor de sí mismos: no faltan dos o tres guitarras y alguna pandereta (¿el equipamiento del Parlamento andaluz incluirá guitarras o panderetas?), partituras y una gran hermanad, pues junto a ellos también cantan algunos funcionarios del Hospital de las Cinco Llagas (¡este es el nombre de la sede parlamentaria andaluza!), todos unidos, aparcando durante unos minutos diferencias políticas y salariales. Qué grande es la política cuando se funde con las tradiciones navideñas más nuestras: los peces en el río, la Virgen y San José, los pastores contando las ovejas y las botellas de champán esperando impacientes a que sus señorías dejen de hacer el tonto: ya lo han hecho bastante durante los últimos cuatro años.

Los parlamentarios andaluces (de todos los colores), lógicamente, pueden cantar lo que les dé la gana. Pero podrían hacerlo en privado, sin fotógrafos o en otro lugar: en Sevilla hay cientos de reservados donde cantar villancicos (y beber y comer) sin que nos enteremos los demás. Cada cual tiene sus debilidades o megalomanías. Pero sólo los parlamentarios andaluces pueden hacerlas oficiales. En fin. ¡Feliz Nochebuena a todos los lectores de buena voluntad!

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