Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Violencia difusa y patente

La violencia de unos padres que terminan enzarzándose en una peligrosa pelea, por un penalti o un fuera de juego

Bicicletas de servicio público, colgadas del tendido eléctrico o arrojadas al río. Un árbitro que zancadillea al jugador que lo ha rozado en el fragor del partido. Unos padres que asisten a un partido de sus niños y terminan enzarzándose en una peligrosa pelea, por un penalti o un fuera de juego. Policías que golpean a los votantes de un referéndum extravagante que todo el mundo sabe sin consecuencias prácticas. Miles de brotes de violencia. Un hombre enorme, hercúleo, tremendamente cabreado, golpea un coche, lleno de gente. Unos hinchas se cuelan, a las bravas, en el entrenamiento de su equipo para increpar a los futbolistas por la mala racha del conjunto. Un hincha del Atlético de Madrid herido anoche en una reyerta antes del encuentro con el Sevilla. La manifestación, tras el atentado de Barcelona, en el que murieron 16 personas, aprovechada por grupos separatistas, en un acto brutal de violencia simbólica, para exhibir esteladas y sacar músculo independentista. Linchamientos continuos en las redes sociales. Gente que se agolpa a las puertas de los juzgados para poner como hojita de perejil a los acusados, antes de que se emita sentencia. Partidos políticos que se organizan para robar al contribuyente, con prácticas mafiosas, y que, con el dinero de las comisiones que cobran por adjudicación de obra pública, enriquecen a los testaferros y se pagan fiestas y actos electorales multitudinarios que las otras formaciones no se pueden permitir. Violentando la democracia. Machos asilvestrados que regularmente maltratan, violan o matan a mujeres, convencidos de que les pertenecen y de que pueden hacer con ellas los que les venga en gana. En Cataluña, ese violento ardor guerrero que aparece aún difuminado y desorganizado por el resto del país, ha encontrado un pegamento, un engrudo que lo aglutina y encuadra. Compuesto de su poquito de república y su poquito de independencia. En cuanto aparezca un líder fuerte, limpio e iluminado que señale dónde golpear, puede pasar de todo. En España, un nacionalismo de reacción, también trata de convertirse en un puño unánime que golpee a los que han echado a correr para separarse del Estado español. Esa violencia polimorfa y difusa, pero muy presente, sólo espera la mano de hierro que sepa blandirla.

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