Virus, libertad y trabajo

La vacuna no conseguirá mantener la calidad y cantidad de los servicios que hemos visto hasta ahora

Quizá sea el paisaje lo único que aún permanece inalterable. Esas impresionantes cumbres nevadas de blancos, impolutos hielos que, cada invierno, enmarcan majestuosas las vistas, desde muchas calles de la geografía urbana de Granada y desde cualesquiera puntos cardinales en la anchurosa y feraz vega, lejanos y elevados lugares de las provincias colindantes y hasta del otro lado del estrecho, en días claros, en los que pareciera que el Atlas hablase, entre los cielos, con esta sierra nuestra europea de las nieves legendarias y perpetuas. Sí, parece que sólo eso sigue y va a seguir igual.

Éramos tan poderosos, tan dominadores de la naturaleza, tan fuertes y tan seguros que aquella ensoñación, aquella novela de Orwell -1984- en la que se relata el drama tremendo que es la pérdida de la libertad, nos parecía sólo eso, una novela, casi imposible de transformarse en realidad.

Sin embargo, el tiempo nos enreda y nos atrapa, ayudado de un invisible organismo, que ni siquiera se queda quieto y muta sus formas y potencias, despistándonos más aún, si cabe y, lo que es peor, desorientando a los sabios de la tribu, esos de vocación y esfuerzo impagable que han andado y aún andan investigando sobre esto que nos pasa y que, desde la gripe de los "felices años veinte" de la pasada centuria, no nos había sobrevenido ni parecido, con tanta mala leche y tan vivaz que supera con mucho a todo lo previsto, casi con absoluta impunidad, arroyando salvaje, nuestras, hasta hace poco, saludables y poderosas existencias.

Y no, no ha dejado títere con cabeza. Esta misma mañana -por ayer- nos relataban los que de esto saben, que los niveles de trabajo -mano de obra y de inteligencia- alcanzados en los últimos seis o siete años, se habían caído por la borda de este barco perdido en un dédalo inseguro en laberíntica singladura.

La vacuna, seguro que sí, nos va a resolver bastante de esta tragedia pandémica que sufrimos. Pero conseguir mantener la paz social, el trabajo, las cifras de producción, la calidad y cantidad de los servicios que hemos sido capaces de prestar, la independencia y la valentía de los emprendedores, que hemos visto hasta ahora, el esfuerzo y la capacidad de asumir riesgos empresariales, para competir con quienes haga falta, todo eso y mucho, mucho más, va a ser muy difícil reponerlo, restituirlo en poco tiempo, de forma que nos permita olvidar, fácilmente, este tiempo de tristeza y tribulación, este tiempo en el que hemos perdido, también y esencialmente, mucho de esa libertad que nos humaniza verdaderamente, diciéndosenos -de forma maliciosa- que lo es en aras del progreso y de las políticas sociales. Y aún hay quien se lo cree. ¿O no?

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