La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

¡Viva el Rey y el pavo trufado!

Mejor oír el mensaje del Rey encerrado en el baño, sin soportar los comentarios intrascendentes del personal

Lo peor de esta noche no es soportar las reacciones precocinadas de los separatistas catalanes y vascos tras el discurso del Rey. Tampoco las muestras de adhesión inquebrantables de quienes son más monárquicos que el monarca, que algunos no se enteran que las dos claves de la consolidación de don Juan Carlos fueron el 23-F y que se convirtió en el rey de los rojos. Flaco favor se le hace a don Felipe si sólo es defendido de manera ferviente por las derechas. Lo peor, decíamos, no es la espera hasta saber si estará acertado o no el hoy Rey en su discurso más esperado, si Pablo Iglesias ladrará, olisqueará el albero o maullará. Qué más da lo que diga un vicepresidentillo que ha renunciado al cargo desde el primer día. Acaso importa lo que diga el presidente del Gobierno, que tan pronto ve noticias pertubadoras e inquietantes, como asegura que el PSOE defiende la monarquía parlamentaria sin fisuras. La carne la ponemos en su punto, poco hecha o muy pasada por la plancha, lo que diga Iván Redondo según sea de lunes a viernes o fiestas de guardar. Lo peor del discurso es aguantar los comentarios de los que te tocan al lado, todos sesudos analistas y expertos estilistas, fervientes monárquicos o verdaderos peñazos republicanos. No se callan ni debajo del agua, más pesados que los tíos que comen pipas en el cine. El Rey hablando y no paran de largar como viejas de pueblo antes de la misa. Que si cruza las piernas, que si cambia la mirada de cámara de forma muy natural, que si no aparece el padre en ninguna foto, que si no hay motivos religiosos o los hay en exceso, que si el decorado es demasiado clásico para una monarquía moderna... Todo menos dejarte atender al contenido del discurso. Lo mejor, por otra parte, es hacerse el indispuesto a las nueve de la noche. Se va usted al cuarto de baño, conecta con Radio Nacional de España, que es la emisora más aséptica, y podrá oír el discurso del Rey con toda tranquilidad. La estética ya la verá con tiempo en las ediciones digitales. O se la cuenta su cuñada con todo lujo de detalles en cuantito salga del baño, justo en ese momento en que le dirán: "¡Te has perdido el discurso, pero no te preocupes que no ha dicho nada!". Usted sentirá entonces un placer infinito y se tirará directamente al marisco ya descongelado. Será el hombre más feliz tras haber oído el discurso sin ruidos, sin interferencias y sin comentarios estúpidos. Y entonces sí, buscará la reacción del portavoz del PNV para que su Nochebuena sea completa. Y oirá la reseña que su cuñado le hará del discurso mientras usted musita un "tururú" y chupa una cabeza de gamba. Qué cateto es servir marisco en Nochebuena. Donde se ponga el pavo trufado...

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