El anuncio de una megafusión bancaria entre Caixabank y Bankia ha animado los mercados, disparado el valor de las dos entidades en la Bolsa y desatado un sinnúmero de comentarios. Uno esencial sobre el rescate de 24.000 millones de euros que costó salvar a Bankia de la ruina, para que un gestor que sabía de banca comercial la reflotara y la convirtiese en un negocio rentable. Pero hay también una lectura andaluza. Nostálgica. Ahora, en ese paquete que se negocia entre Madrid y Barcelona, van los restos de las cajas de Huelva, Jerez y las dos de Sevilla, por el lado de La Caixa, y los activos de la caja de Granada dentro de los dominios de Bankia.

Este cronista recuerda a Braulio Medel hace un cuarto de siglo empeñado en unir a todas las cajas de ahorro andaluzas, para crear una pujante corporación financiera en el sur de España. Y también cómo el presidente Chaves lanzó la idea en febrero de 1999, pero fue incapaz de imponerla; ni siquiera lo consiguió con los dirigentes locales de su partido. Aquí pasó entonces como en esa famosa jota, en la que la Virgen del Pilar no quiere ser francesa, sino capitana de la tropa aragonesa. En los Montes, San Fernando, Cajasur o la General nadie quería ser malagueño, dada la potencia, solvencia y diligencia de Unicaja, mucho más fuerte que cualquiera de las demás, producto de la fusión de las cajas de Ronda, Antequera, Málaga, Cádiz y Almería, a las que se sumó posteriormente la de Jaén.

Pero no, todo el mundo quería ser capitán de su tropa provincial. Los reinos de taifas en versión moderna, como le ha pasado durante años a Antonio Luque cuando planteaba agrupar a todas las cooperativas olivareras andaluzas para formar un gigante mundial imbatible. Lo cierto es que en esta coyuntura España inicia un nuevo ciclo de fusiones que reducirá el número de bancos nacionales y el único que queda con sede de la mitad de España para abajo es Unicaja, un peso medio, empequeñecido como todos los demás por la botadura de este transatlántico, que lleva en la bodega los restos de naufragios promovidos por tanto capitán araña.

En los cuarenta años de autonomía andaluza no se ha avanzado gran cosa en el capítulo de la especialización y la cooperación. Un fracaso de la Junta de antes y de la de ahora también. El localismo no sólo no ha desaparecido sino que ha aumentado en este período histórico de manera notable, con rencillas y celos por doquier. Todo el mundo quería un puerto de contenedores, un palacio de ferias, un aeropuerto internacional… y nadie mediaba, templaba. Así desapareció gran parte del centenario sistema regional de cajas de ahorro, primero con bandera catalana, madrileña o vasca. Y ahora dentro de esta macrofusión con centros de decisión en Madrid o Cataluña y la sede en Valencia. Vivan Las Fallas.

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