Si los hermanos Marx resucitarán y fueran invitados a residir en Granada se sentirían en su salsa con este espectáculo cómico-grotesco que nos ofrecen los ocupantes del poder municipal. Aparte de arruinado, este Ayuntamiento se asemeja demasiado a esas escenas de esta familia de cómicos en las que un camarote o una fiesta de postín se transformaba en un lío donde a ellos se les veía la mar de contentos enredando.

El último sketch ha sido el de Sebastián Pérez en su reventón-confesión ante los medios, soltando la bilis acumulada tras meses de desaires desde la renovada dirección de su partido donde, a todos menos a Pérez, pareció quedarles muy clarito: no quieren ni una cara de las antiguas relacionadas aunque sea de lejos con toda aquella era de la ignominia pepera del saqueo.

A Sebastián se lo querían dejar bien claro pero optó por agachar la cabeza y tragar con lo que le impusieran, incluido el tener que apoyar al alcalde menos representativo de toda la democracia granadina. Reclamó su cuota de cachito de alcaldía (era el cargo que le quedaba por ocupar) pero ni con pataletas le hacían caso.

Las estructuras rígidas de los partidos se llevan mal con los localismos y peor aún con las voces discordantes en pro de la ciudadanía. Sorprende escuchar a políticos de PSOE hablar del agravio granadino que vivimos cuando ellos mismos se hacían los suecos cuando eran los suyos los que lo infligían. El arrebato de amor a lo granadino solo surge cuando estás en la oposición o te quieres quedar con la concejalía, caso ahora de Sebastián Pérez, que ha dejado la presidencia de los suyos bajo las siglas que fue elegido pero que quiere retener su acta de concejal porque ese cargo parece pensar que fue unipersonal y de sufragio directo.

Con un alcalde como el que sufrimos, okupa donde los haya, el sainete ya está servido. Si le añades a Jesús Candel insultando a diestro y siniestro en YouTube y desde Granada mismo; a las masas haciendo cadenas que abrazan edificios para evitar el expolio desde Sevilla; a Cambril fustigando con acerada lengua a unos y otros; a, en fin, los de Vox gobernando en la sombra desde donde manejan con pericia al alcalde títere ya sin partido; a la anterior corporación pepera de juicio en juicio y lo que les queda... El plató o set de la película trabajando a todo gas dando titulares y magníficas fotos que, si bien nos van estupendo a los periodistas, flaco favor le hacen a una ciudad hambrienta de un líder con carisma que además supiera de cuentas y tuviera poco pasado y un buen futuro que compartir con sus paisanos, los sufridos granadinos hartos de sobresaltos y de no entender qué les pasa a esta caterva dentro de un camarote a la deriva.

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