La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Votar y callar

El alcalde Salvador, como Sánchez, se aferra al discurso de que sólo él suma, aunque repudie algunos sumandos

A Pedro Sánchez le viene bien esta maduración lenta de su victimismo ante su investidura, con el que crece y crece electoralmente según las encuestas publicadas. Ha dicho el enemigo íntimo de Susana Díaz que gobernar es cosa de dos: o gobierna el PSOE o gobiernan los socialistas. Iván Redondo le ha cercado la estrategia de exposición pública, y ese es su corralito. O lo hacen presidente por su cara bonita, o sigue su plan victimista, aplanando el horizonte inmediato a la victoria definitiva, el gran objetivo.

Así de sobrado va, echado al monte de su personal estrategia. O me votáis o le propongo al pueblo español que os bote. De aquel "no es no, Sr. Rajoy" ya no se acuerda. Como si no lo hubiera dicho nunca. Ahora Sánchez propone un sí o sí, pero sin ofrecer una acción, un pacto, un proyecto, un mínimo común que multiplique las dudas entre la abstención y el no. Siquiera un decálogo, un documento de compromiso, algo tangible que los unos y los otros puedan usar para justificarse ante los suyos.

Con Sánchez ocurre como con la presunción de inocencia últimamente en España, que se convierte en presumible culpabilidad según la ideología del presunto. Con esa demagogia construye sus futuras victorias, aun pírricas, para sorber de la cantera de Podemos y fumigar sin recato al iluso ministrable de Galapagar.

Parecido a lo que hacen Pérez y Salvador con Vox en Granada. Estos son mis siete tenientes de alcalde, estos los repartos de áreas, si te gustan, bien, y si no, también. Onofre Miralles ha decidido sorprenderse por el atavío, al que colaboró con su voto hace tres semanas. Ha tomado la decisión de trasladar su despacho de oposición a Twitter, y usar la representación que le dieron 10.000 granadinos para ausentarse oficialmente de la procesión del Corpus y del pleno de organización y funcionamiento. Que sus tuits sirvan más al ruido político que su voto presencial en contra por tanto ninguneo allí donde se necesita que Vox opine oficialmente, con la autoridad que sus votantes le han otorgado.

El alcalde Salvador, el salvado Luis, es producto de un desacuerdo local y una imposición forastera, pero, como Sánchez, se aferra al discurso de que sólo él suma, aunque repudie algunos sumandos. Y eso que sólo tiene cuatro concejales. Qué nos diría si tuviera siete, o diez. Como Pedro, Luis Salvador delimitó el pacto: el alcalde es él por cuatro años, o por los próximos cuarenta y ocho meses, que Sebastián Pérez decida. ¿Y Vox vote y calle?

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