Vuelven los 'sanitex'

Si la inflación sigue su curso, como predicen los expertos, el año que viene habrá en nuestras playas más sanitex que nunca

Ahora mismo estoy sentado en la playa debajo de una sombrilla. A veces suelo hacerlo. A mi lado se ha aposentado una familia muy numerosa. Deben ser diez o doce miembros. Han colocado sus sombrillas, han tenido las toallas para marcar el territorio y han montado una especie de jaima en el que ha puesto a la abuela. El espacio que han ocupado debe ser unos diez o doce metros cuadrados. Una de las sombrillas da sombra a cuatro o cinco neveras grandes de plástico donde se supone que tienen las viandas para pasar el día. Cuando llega la hora de comer abren dos grandes mesas plegables en las que ponen todo lo que ha traído: tortillas de patatas, carne mechada, filetes empanados, ensaladas… La bebida también la sacan de otra nevera: cervezas, vino, coca colas, gaseosas… Y se ponen a comer. De pronto uno de los niños dice que él quiere fanta de limón. Pues fanta de limón no hemos traído, dice una voz femenina. Dale un euro y que se compre una en el quiosco que hay ahí enfrente, dice una voz masculina. El niño coge el euro y trae su fanta de limón para comer.

A ver, no es que yo esté criticando esa forma de pasar el día en la playa. Me he imaginado que es una familia que no se puede permitir el lujo de comer en un chiringuito o en un restaurante, pero he sonreído cuando el niño ha pedido su fanta. Aquella familia ha pasado el día en la playa y solo ha invertido en el lugar al que han ido un euro que ha costado el refresco. Eso me ha hecho recordad el mote que aquí, en la Costa Tropical, les pusieron a los granadinos de la capital: los sanitex o saniteles, como también se les llama. Proviene el apelativo de aquellos tiempos en los que el habitante de la ciudad de la Alhambra bajaba a la costa granadina con toda la comida y los arreos para pasar uno o varios días en la playa. Aquí, en la Costa, sólo compraban la gaseosa. La que más se vendía se llamaba Sanitex y tenía una fábrica en Motril, que había puesto en marcha el entrañable Enrique Esquitino. Por aquellos años -sesenta y setenta- el veraneante a la hora de gastar se tiraba menos que el portero de un futbolín, de ahí el apodo. Pero es que aquellos eran tiempos difíciles. Me temo que si la inflación sigue su curso, como predicen los expertos, el año que viene haya en nuestras playas más sanitex que nunca. En fin.

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