MIENTRAS Rajoy se pasea por las calles de Nueva York fumando un puro habano y felicitando a la "mayoría silenciosa" que no se manifiesta… aquí siguen ocurriendo cosas muy graves. Y si nuestro presidente tuviera más fino oído escucharía el rum rum que no para: ni en la calle ni en las casas.

Con las imágenes de la policía machacando me dormí anoche. Esta mañana, medio sonámbula, me senté a trabajar, pero me espabilé enseguida con una imagen inesperada: al abrir el ordenador y mientras se ponía en marcha, de pronto, desde el teclado, unas letras correlativas se alzaron hasta mi vista. Pertenecen a la primera línea, bajo los números. Son estas: W E R T. La verdad, me llevé un sobresalto: ¡el nombre de nuestro ministro de Educación, Cultura y Deportes alzándose amenazador ante mis ojos. Y esto me va a ocurrir ya inevitablemente -pensé- cada vez que mire al teclado! Qué castigo. Porque, es curioso, pero ese apellido enigmático se ha convertido en algo que amedrenta por sí mismo. Igual que en el siglo XVI, cuando los Tercios de Flandes, las mamás holandesas asustaban a los niños no con el coco sino con el Duque de Alba, igualmente ahora a nuestros niños, adolescentes y jóvenes en edad de estudiar se le puede asustar simplemente con un grito (o susurro): ¡que viene Wert!

Pues sí, con Rajoy vino Wert, escrito así, una letra tras de otra sucesiva en el teclado del ordenador. Vino Wert con sus reformas y recortes sin fin para la educación pública, ahogando colegios, institutos y universidades, disminuyendo el profesorado, dejando de lado la investigación, desmoralizando a los jóvenes profesores y becarios.

Y ahora vuelve de nuevo a la carga, con su flamante reforma educativa, la llamada ya "contrarreforma", que nos quiere trasladar al pasado muy pasado, a los tiempos aquellos de las temibles reválidas, inigualables para quitarse pegajosos niños de en medio. Tres reválidas ni más ni menos nos trae Wert bajo el brazo. Y luego que cada universidad pida su prueba particular de ingreso, ¡faltaría más!

Si como muestra basta un botón, ¿no es un disparate proponer que un niño con 15 años "elija" la formación profesional "básica", abandonando la posibilidad de obtener el título de "Graduado en ESO", o sea, sin haber aprobado siquiera la "educación obligatoria"? Claro que es un disparate. Y una trampa. Una trampa claramente discriminatoria, una rueda que comienza tempranamente a quitarse de en medio, como denuncia el sindicato de estudiantes, a los hijos de los trabajadores. ¡Cuidado, niños y padres, que viene Wert!

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