HACE un año, con Rajoy derrotado por segunda vez en unas elecciones generales y defendiendo su liderazgo a cara de perro en un congreso de crisis, nadie daba un duro por su candidatura al Gobierno en 2012 y todos apostaban por una nueva victoria de Zapatero. Ahora han cambiado las tornas: hay consenso generalizado en que Rajoy puede ganar y de la tercera victoria de Zapatero empiezan a dudar seriamente hasta los suyos.

Algunos socialistas con cargo se atreven a decirlo en las reuniones de partido, pero son muchos más los que lo confiesan en privado. Están preocupados por la crisis económica, pero más aún por la actitud del presidente, de negarla primero y no afrontarla de raíz después. Su decepción no viene tanto de la pérdida de dos elecciones consecutivas (gallegas y europeas) como del autismo de quien los dirige y lidera, obstinado en no querer ver las verdades desagradables e ignorante, por tanto, de que toda realidad que se ignora prepara su venganza inexorable. Esto se llama desde la transición el síndrome de la Moncloa.

El domingo por la noche Zapatero salió de la sede socialista sin dar la cara, desapareció en el coche oficial que le blinda del acoso de las malas noticias y delegó el marrón del reconocimiento de la derrota en el candidato López Aguilar y la organizadora Leire Pajín (un inciso: privó a Leire del consuelo de uno de los dos astros de la conjunción planetaria prevista). No es la primera vez que se esconde ZP. Santiago González ha recordado que hizo algo parecido cuando el incendio forestal de Guadalajara o el atentado de la T-4: desapareció o apareció tarde y precavido. ¡Que no quiero verlo!, parece ser su lema ante lo que le disgusta. El talante queda para las buenas noticias. No es eso lo que se espera de un dirigente político del máximo nivel.

Ayer, tres días después del aciago 7-J, dijo algo sobre las elecciones europeas. No mucho: el resultado fue muy digno, se gobierna con los once millones de votos de 2008 y para que cambie el gobierno hay que ganar las generales, no unas europeas. Cierto. Tan cierto como que el PP ha logrado el mayor porcentaje de votos que ningún partido haya logrado jamás en este tipo de comicios. Es incierto, en cambio, que el triunfo popular se pueda explicar por el voto de castigo a los gobernantes y por la crisis. ¿Qué ha pasado, entonces, con Sarkozy o Merkel? Pues que han ganado.

Insisto: lo que inquieta a los socialistas no es que la economía vaya mal, sino que Zapatero no da signos de saber combatirla a fondo; no haber perdido las elecciones europeas, sino comprobar que su jefe no alumbra ni un asomo de autocrítica; no que el barco parezca zozobrar, sino que el timonel ni siquiera se da cuenta.

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