El abrazo del oso

Entramos en el tiempo de los novísimos políticos, que son los mismos que vienen liando el guirigay desde 2015

En la política española, estamos en un momento apasionante. No por esa moción de censura que ha presentado Pablo Iglesias para perder el tiempo, sino porque hay un ambiente preelectoral que da miedo. A unos y a otros se les puede ocurrir forzar unas elecciones generales para 2018. Después de la nueva política, entramos en el tiempo de los novísimos políticos, que son los mismos que vienen liando el guirigay desde 2015: Rajoy, Rivera, Sánchez e Iglesias. Lo malo, para ellos, es que se terminó el tiempo de los solistas con mayorías absolutas. Para gobernar se necesita un dúo lo más dinámico posible. Pues, entre estos cuatro, montar un trío parece imposible.

También es difícil formar el dúo. Entre el PP y Ciudadanos, y entre el PSOE y Podemos, hay una tentación descarada a dar el abrazo del oso. Esto es, pasar el brazo por encima, en plan cariñoso, para dar mejor la puñalada. Diferenciarse, pero sin medidas alternativas, sino oliendo la sangre del rival.

Pedro Sánchez ya ha advertido que su objetivo es recuperar dos millones de votos a Podemos. Volver al PSOE de Zapatero, aprovechando que él sí que es de izquierda, no como Susana, la socialdemócrata descafeinada. Recuperar la izquierda plural y campechana, sin perder lo que aún queda del viejo felipismo es lo que se plantea sin disimulo. Tampoco se ocultan los que están esperando a ver si se estrella, con los cuchillos políticos de la vendetta bien afilados. En esas, Pablo sabe que debe hilar fino, sin renegar de los milagros celestiales, si no quiere volver a las catacumbas.

En el PP están con el dilema entre los buenos datos económicos, el crecimiento y todo eso, frente a los juicios de valor que se publican todos los días. Con tantas ovejas negras como han sucumbido en esa granja, que no es la de Orwell. El abrazo del oso con Ciudadanos es mutuo. Están afilando tanto las garras que ninguno se fía del otro.

Y, para colmo, Susana Díaz, que hubiera sido una buena pareja política para Albert Rivera, se ha retirado a su territorio, que se llama Andalucía. Donde se verá la copla, si Juan Marín la traiciona antes o después. Aunque todavía no ha empezado la temporada de la berrea, en eso estamos. La fauna política está muy alterada.

Pensar que aguantarán la legislatura completa es un acto de fe. Después de tantas vueltas, ahí tenemos a los cuatro grandes líderes preparados. Puede que para hacer lo mismo. Aquí no hay un Macron que arrejunte un surtido de cada casa.

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