Qué tristes son esos días de cielos cubiertos, tan necesarios para el campo y los embalses, pero a la vez tan grises. Cuando escampa, y la luz del sol aún no se ha escondido por el horizonte, se generan imágenes dignas de postal como esta. Granada y sus mil miradores, como el que ofrece el entorno del Hotel Palace Alhambra, dibujan un panorama de colores y contrastes. El cielo se abre en la capital y la estampa que deja, simple y llanamente es inigualable. Porque tras la tempestad siempre aparece la calma. En todo y con todos. Siempre.

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