La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Se acabó el tiempo muerto

No podemos bajar la guardia, pero ya no hay excusas para seguir hibernando y, menos aún, para recurrir al comodín electoral

Deberíamos hacer un estudio (de esos pseudocientíficos que tienen un impacto mediático inversamente proporcional al rigor de lo que cuentan) sobre cómo las noticias influyen en nuestro estado de ánimo. En esa felicidad que nos empeñamos en encapsular con fórmulas sin sentido de psicoanalistas y terapeutas y hasta en proclamar con celebraciones forzadas que intentan competir con el viejo santoral. 20 de junio: no sólo empieza el verano de forma oficial; también es el Yellow Day. Para los astrónomos es el "solsticio de verano", el día más largo del año con la posición más cercana de la Tierra al Sol, y para los aficionados del mindfulness toca meditar y ser feliz.

Pero este año es bisiesto y no todo en la naturaleza discurre igual. Las habas han nacido al revés (cojan una vaina y compruébenlo) y la gayomba no huele. Lo he comprobado. Son mis aportaciones como trabajo de campo a este 2020 del coronavirus; bisiesto y anormalmente siniestro.

Ya es verano. Los meteorólogos nos advierten de que será tórrido, que hemos dejado atrás una de las primaveras más cálidas del último medio siglo y que seguiremos viendo, año tras año, el efecto (imparable) del cambio climático. Con y sin Covid. Pero la mayor novedad de esta rutinaria noticia del tiempo que pondrá fin a tres largos meses de confinamiento y desescalada es que no necesitamos verlo publicado en el BOE para saber que es así. Ni en el BOJA. Aunque ya sea la Junta de Andalucía quien ponga las normas de la nueva normalidad en nuestra comunidad y asuma la responsabilidad que supondrá recuperar todas las competencias para afrontar la crisis del Covid.

De la llegada de los primeros turistas extranjeros que este domingo pisarán los aeropuertos de Málaga y Sevilla (en el de Granada aún tendremos que esperar) al control de la movilidad entre provincias, autonomías y países, el cumplimiento de los aforos en los espacios públicos y privados y el respeto de las normas de protección y la distancia social con la progresiva reactivación de la actividad económica, cultural y ciudadana.

La reapertura de la Alhambra se ha convertido esta semana en una de las fotografías más esperadas de la desescalada a nivel nacional por lo que representa para el turismo y la celebración del Festival de Música y Danza -este jueves se inaugura en la Catedral con un concierto solidario y de homenaje que protagonizará el Requiem de Mozart- será un termómetro para comprobar si somos capaces de convivir con el virus.

La gestión de los temidos rebrotes, esos focos de contagios que ya han saltado todas las alertas desde Algeciras y Granada en vísperas de que finalice el estado de alarma, será sin embargo lo que marque la hoja de ruta de los próximos meses, es lo que de verdad preocupa en San Telmo y lo que determinará hasta qué punto importa el color del gobierno ante el desafío de una pandemia como la del coronavirus. Desde el Gobierno andaluz se ha dejado bien claro: el riesgo de contagio sigue ahí, en los hospitales se sigue viendo que "nada tiene que ver con un resfriado común" y, del mismo modo que se han ido eliminando restricciones, podemos retroceder. "No nos va a temblar el pulso si tenemos que confinar un espacio". Así de tajante se pronunció el viernes el consejero Bendodo advirtiendo que, si hay algo que ni España ni Andalucía se pueden permitir, es un nuevo confinamiento. Ya hablamos de economía, no de salud, pero con poco margen para hacer distinciones preventivas.

Por eso nos hemos quedado sin ferias y sin romerías este verano, por eso hay actividades que seguirán pendientes de que haya una vacuna (como las salas de fiesta y las discotecas sin espacios al aire libre) y por eso sigue siendo tan importante que tanto las fuerzas de seguridad como las instituciones nos sigan recordando, machaconamente, que "no bajemos la guardia". Eso no significa, sin embargo, que tengamos excusa para seguir hibernando y mucho menos para acudir, otra vez, al comodín electoral. Se acabó el tiempo muerto. Aunque estemos oficialmente en verano, las playas palpiten y no anochezca hasta las diez.

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