El lanzador de cuchillos

Se acabó

La censura televisiva, que ha echado a las mujeres de la final: el Mundial lo ha acabado ganando el feminismo liberticida

Lopetegui, en su casa. Casillas, presentando la Copa. Kiko, que dice que Yerry Mina trota como los caballos de Jerez. Maradona, haciendo en el palco de Bardem en Perdita Durango. La mano (blanda) de Hierro. La mano (tonta) de Piqué. Messi y el miedo al himno. El hat-trick de Cristiano a una España ya ajena. Bélgica-Japón y Francia-Argentina, fiesta en el césped. Mbappé, el nuevo viejo Ronaldo. Inui, Oliver o Benji. Los partidos de cien minutos. Vardy, en fuera de juego, haciendo globos con un chicle. Las mujeres iraníes, libres y hermosas, en las gradas de Kazán (a pesar de la FIFA). Los mil y pico pases que desnudaron un estilo. El adiós de Iniesta, desde el banquillo.

Los japoneses, que dejaron el vestuario como para un anuncio y un cartel en ruso -"gracias"- después de que les remontasen en el noventa y cinco. El VAR que vino. El penalti que atravesó a De Gea. Los tontos que besan a traición a las reporteras. El seleccionador marroquí, objeto de deseo. Ramos, al teléfono. Alemania, al carré. Los aficionados senegaleses, recogiendo después de los partidos. Brasil, de menos a más, para caer a los pies de Hazard. Africa, siempre a las puertas. El fracaso de Argentina, la selección de Bartomeu. El maestro Juan Quintero, que estaba allí. Griezmann, el uruguayo. Los rusos, a cuartos sin salir de su área. La prensa socialdemócrata, reivindicando el tikitaka. Lukaku y Kagawa, escatología aplicada. Fernandes el ruso. El coreano Toni Grande. Felipe VI en el palco y Carlos V en el campo. El pisotón de Layún y la croqueta de Neymar. Egipto, que estaba en Grozny, pero tenía la cabeza en Kiev. Bob Martínez, el inglés de Lérida que entrena a los belgas de Puigdemont. Godín y Jiménez, la cuota cholista. Keylor, delante de su puerta, viendo pasar el cadáver de De Gea. El mal del comentarista. La lesión de Cavani. Muslera, uniéndose a la lista.

Jonathan, el negro gordo que nos quiso vender un Renault en los descansos. El amoníaco de Putin. Luque, invitándonos a seguir tras un partido el divertido embarazo de la Rebe. Pepe Reina, cabreado con el balón. El príncipe Harry. Lloris o la importancia de un buen portero. Camacho, que dice "a la mejor", pero a la capital de China la llama Beijing. Vida, que se jugó el apellido con su celebración proucraniana tras eliminar a la Rusia imperial. Courtois, haciendo en la semifinal la de Casillas frente a Robben. La censura televisiva, que ha echado a las mujeres de la final: el Mundial lo ha acabado ganando el feminismo liberticida.

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