Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Son los acontecimientos

Nadie sabe cómo ni por qué surgió el Brexit. El populismo y la mentira han hecho su trabajo

Cuando le preguntaron a Harold McMillan cuál había sido la mayor dificultad durante su mandato, contestó: "Los acontecimientos, querido, los acontecimientos". Y lo hizo con la misma flema que demostró cuando le encontraron herido en una trinchera del Somme, leyendo la Anábasis de Jenofonte. Al fin y al cabo, gobernar, como vivir, no es más que ir sorteando contratiempos inesperados que nos apartan de esos planes pergeñados en el sofá con las piernas en alto y pensando que el resto del mundo no tiene intención de hacer nada que nosotros no hayamos previsto.

El Brexit es uno de esos hechos sorpresivos que nadie sabe realmente cómo ni por qué surgió. Siempre hubo un sentimiento de isleño orgulloso que plasmó el Daily Mail en un viejo titular digno de recordar: "Niebla en el Canal, el continente aislado". Y también un fuerte sentido del europeísmo como el que defendió Churchill en su conocido y excepcional discurso de Zurich. Pero el populismo y la mentira han hecho su trabajo y ahora queda darle algún tipo de solución razonable al enorme problema generado. Puede que ese acontecimiento que ya le costó el puesto a Mr. Cameron saque también del 10 de Downing Street a Mrs. May. Al igual que ocurrió con Mrs. Thatcher la rebelión se inicia en las últimas filas. Han sido los diputados de a pie los que han empezado a mover la silla de la primera ministra.

Y lo hacen porque en el parlamentarismo británico el escaño se debe al votante, no al jefe del partido, ni a ningún comité de listas. Para eliminar que fueran los notables quienes eligieran al líder, son los propios parlamentarios, quienes desde hace más de medio siglo, pueden desafiar al líder tory y forzar un cambio. Basta con que el quince por ciento de ellos entreguen una carta solicitándolo al presidente del Comité 1922 que reúne a los que no ocupan cargos de gobierno, para que se produzca la votación de confianza y la sustitución del líder, si este no obtiene la mayoría. Cualquier parlamentario británico tiene muy claro cuál es el pulso y el sentir de su circunscripción. Son unipersonales y exigen dedicación. Nadie se oculta entre la relación de nombres de una larga lista encabezada por el logo de un partido. La papeleta sólo lleva un nombre. Quizá por eso, a diferencia de lo que ocurre en nuestros borreguiles y pastueños grupos parlamentarios, siempre hay lugar para la renovación democrática de los líderes partidarios.

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