Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

El agitador

Como dijo Churchill, un fanático es un señor que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema

La anunciada salida del gobierno del vicepresidente Iglesias ha dado lugar a diversas interpretaciones. Unos dicen que no se siente cómodo gestionando. Pocos logros puede anotarse en su haber. Las palabras del presidente sobre la eficiencia de su gestión en las residencias de ancianos tenían cierto regusto a humor negro. Otros creen que su espacio de confort está en la agitación y propaganda y no en el gobierno. Además, no ha pasado desapercibida la continua caída del apoyo electoral de Unidas Podemos, tanto en las encuestas como en las últimas convocatorias electorales.

El candidato in pectore se ha estrenado anunciando, basándose en no sabemos qué, un futuro penal para la presidenta Ayuso. Ha denunciado que los gays tendrán que abandonar Madrid si el PP obtiene una mayoría suficiente para gobernar, cuando la derecha gobierna la Comunidad hace más de un cuarto de siglo y el Ayuntamiento durante veintiocho de los últimos treinta y dos años. Y como guinda del pastel ha definido al PP como "sinónimo de delincuencia y crimen". Para el señor Iglesias, Madrid es la versión en color de Chicago años 30, la señora Ayuso Al Capone y él se reserva el papel de Elliot Ness, aunque no disfrute de la apostura de Kevin Costner en la magnífica película de Brian de Palma.

Y ahora que hablamos de cine, el salto al ruedo electoral del ínclito vicepresidente y su afición a hablar siempre de lo mismo me ha recordado una anécdota acaecida durante el rodaje de Asesinato en el Orient Express. Durante las primeras jornadas, en lugar de almorzar con el resto del elenco, Vanessa Redgrave -conocida activista de izquierdas- se sentaba junto al equipo técnico y les soltaba unas arengas revolucionarias sobre la lucha de clases que ni Fidel Castro. Hasta que a los pocos días, un técnico de luces -maravillosa coincidencia- le dijo que todo eso era muy interesante, pero que tras hablarlo entre ellos, le habían pedido permiso al director -Sidney Lumet- para unirse a la mesa del reparto. Más que nada porque sir John Gielgud cuenta unas historias muy divertidas que nos interesan mucho más. Miss Redgrave, indignada, contestó que quien prefiriera las anécdotas de Mr. Gielgud a la revolución, podía coger la bandeja y marcharse. Lo hicieron todos. Y es que como dijo Churchill, un fanático es un señor que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema. Debió conocer a muchos Pablo Iglesias, supongo.

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