En agosto nadie va al dentista

En la playa se oye hablar del gol de Aduriz al Barça, pero no de Ayuso o de quién va a llevar las cuentas del Ayuntamiento

En agosto me dedico a ver películas malas del Oeste, a leer tochos de novelas que se venden mucho pero con déficit de buena literatura y a saludar amablemente a todo el que pasa por mi lado. En la Trece y en La 2 echan películas de esas que me gusta ver para comprobar lo malísimas que son. Ni los puñetazos de los que se pelean parecen puñetazos ni la sangre parece sangre, sino pintura barata. En cuanto a los best seller que me trago, lo hago para engancharme a un argumento fácil que no me haga pensar demasiado. Y es que en agosto todo tiende a relativizarse y la gente no quiere saber nada de problemas. Las malas noticias que dan los telediarios parecen menos trágicas si nos pillan con el bañador puesto y a los espectadores les importa tres pepinos si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han llegado a un pacto para formar gobierno. De miles de conversaciones que he oído en playas, tabernas y chiringuitos varios, les juro por mis ancestros que no he oído ninguna conversación sobre política, como si a la gente se le desconectara de ese malestar que ya nos amarga los demás meses del año. En estos últimos días se habla mucho del gol que le metió Aduriz al Barça y de que van a bajar las temperaturas, pero nadie sabe cómo se llama la nueva presidenta de la Comunidad de Madrid o el que va a llevar las cuentas en el Ayuntamiento de Granada, por poner dos ejemplos de algo fácilmente olvidable en agosto. Es el mes de los aplazamientos, en nuestra mente está esa coletilla que nos dice que no es buen momento para los malos ratos y que todo puede esperar. Por eso en agosto nadie se divorcia, nadie va al dentista y apenas nadie se muere si no es por una tragedia. Agosto es el mes de las aplazables urgencias y en el que los días parecen eternos, menos para los que su empresa les ha dado quince días de vacaciones. Para esos los días de agosto pasan volando. Si el resto del año tenemos con tanta facilidad la detestable costumbre de ser infelices, en agosto maquillamos nuestro estado de ánimo para que todo lo que suceda pueda entrar en el haber de nuestra contabilidad emocional. En fin, que ojalá todos los meses sean agosto. Al calor, ni caso. Nada mejor que combatirlo con un chapuzón y una cerveza fresquita.

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