La colmena

Magdalena Trillo

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El agujero negro de la Atención Primaria

Las presión hospitalaria por coronavirus en Granada empieza a subir en la tercera ola.

Las presión hospitalaria por coronavirus en Granada empieza a subir en la tercera ola. / G. H.

El grifo se vuelve a cerrar en Granada. La tercera ola del coronavirus ya está aquí con un modus operandi que ya conocemos: primero repuntan los contagios -así lo reflejan las subidas exponenciales de casos en los últimos días- y en dos semanas la presión se volverá a trasladar a los hospitales y a los cementerios. Los datos de la pandemia en Andalucía se mantienen aún muy por debajo de los indicadores nacionales pero los expertos advierten que será la "ola más dura" por la coincidencia con la gripe y las patologías del invierno; que la mutación del virus con nuevas variantes como la británica anticipan un escenario completamente incontrolable y que todavía es pronto para ver los efectos de la campaña de vacunas.

Granada, en este tercer envite del Covid, no es un punto negro en el mapa andaluz. Cerrojazo a los bares y restaurantes por la noche, toque de queda a las diez, vuelta a las reuniones de seis personas y clases online en la Universidad. Pero la actividad económica se mantiene, los colegios e institutos seguirán abiertos y nos podremos seguir desplazando entre provincias y municipios como en el resto de la comunidad con dos excepciones por brotes puntuales en Córdoba y la comarca de Gibraltar. Es una flexibilidad vital para la Sierra -qué sentido tiene la campaña de esquí sin movilidad-, para todo el litoral y también para la capital si asumimos que Granada no termina en la primera circunvalación.

Como admitió el presidente de la Junta este viernes al anunciar el nuevo plan de restricciones, toca de nuevo bailar sobre el alambre de la economía y la salud. Hasta ahora, el "modelo mixto" que está aplicando Andalucía está dando resultados "razonables" -dentro del "desastre que es la pandemia"- y la campaña de vacunación se ha situado como máxima prioridad de gestión en el calendario de enero. ¿Vamos a buen ritmo? ¿Se podría ir mejor? La respuesta, como ocurre siempre en política, depende del contexto que elijamos. Si hablamos de valores absolutos, Andalucía tiene más peso poblacional que muchos países europeos y es la comunidad que ha puesto más vacunas. Si la lectura la hacemos en términos relativos, hay regiones como Asturias y Galicia que van muy por delante. También hay zonas como Cantabria y Madrid que van a la cola; tanto que Díaz Ayuso ya ha abierto un nuevo escenario de confrontación al anunciar que están dispuestos a recurrir a la sanidad privada para aumentar el ritmo de inmunización.

En Andalucía, Juanma Moreno no se ha pronunciado explícitamente sobre la posibilidad de externalizar la campaña de vacunas en lo que parece una decisión entre prudente y estratégica. Por posicionamiento político pero también por la precaución obligada que está imponiendo el Covid. ¿Hará falta recurrir a los centros privados y hasta a las farmacias para vacunar? Porque ya sabemos que precipitarse con declaraciones grandilocuentes hoy solo conduce a una rectificación mañana.

De momento, en la hoja de ruta de la Junta está la contención del virus -siguiendo el plan de restricciones que se van fijando en el Comité de Expertos del Covid- y reforzar al máximo toda la red sanitaria tanto en presupuesto como en personal. Fue el eje del discurso de Juanma Moreno de Nochevieja y este viernes volvió a ocupar buena parte de su intervención. Vamos a un "ritmo razonable" dentro de las posibilidades y limitaciones que tiene la comunidad -recordó que no nos podemos endeudar por ejemplo como el Gobierno central- y de los recursos disponibles: hacen falta más vacunas. Se trabajará de lunes a domingos, y festivos si hace falta, pero España tiene que pelear en Europa por conseguir las máximas dosis posibles.

Es una petición sin fisuras -podemos dejar para el debate si justificada u oportunista- pero que puede volverse en contra. La campaña de vacunas recae de lleno en una Atención Primaria que ya era el talón de Aquiles de la sanidad pública andaluza durante la gestión socialista y que, en estos dos años de gobierno PP-Cs, ha seguido siendo la cenicienta. El sindicato de Enfermería lo denunciaba en Granada esta semana: faltan manos; así de simple. Los centros de salud no están ni al 50% de su actividad (cuando las colas y la saturación ya era su carta de presentación antes del Covid) y los teléfonos son un precipicio a la impotencia. Conseguir una receta para cualquier medicamento básico (para un reflujo de estómago, por ejemplo, o una cistitis) es misión imposible; todo queda sujeto a que el farmacéutico de turno se quiera apiadar de ti. Otra batalla que también tenemos pendiente. ¿No cambiamos los protocolos en una situación de emergencia como la actual?

Si de verdad queremos que Andalucía salga reforzada tras la pandemia, el foco tiene que empezar a virar hacia los ambulatorios de los pueblos y los centros de salud. Las listas de espera son un problema endémico pero también seguir descuidando la puerta de entrada al sistema sanitario. Porque es el momento en que más vidas se pueden salvar y cuando hay cierto margen para evitar el colapso de los hospitales con casos menores. No es un proyecto rentable desde una visión cortoplacista pero tiene mucho que ver con lo que significa tener visión en política y eficacia en la gestión pública. Hay que sembrar hoy para recoger mañana. El Gobierno andaluz tiene la oportunidad, y contará con recursos del fondo europeo de la reconstrucción, para mostrar con hechos y no con palabras que la sanidad pública no era ninguna bandera socialista. Y será incontestable si es capaz de modernizar esa Atención Primaria que lleva toda la etapa autonómica andaluza siendo un verdadero agujero negro.

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