La amabilidad de las máquinas

Aún no le he dicho a mi hijo que llevo varios días aparcando en Los Escolapios a su costa por un error de una máquina

Perdida ya la costumbre de desear los buenos días a alguien por la calle (la mascarilla ha permitido la total erradicación de esa norma de urbanidad), nos queda la amabilidad de las máquinas. Dicho esto, les voy a contar un sucedido gracioso que me pasó el otro día cuando fui a meter el coche en el aparcamiento de Los Escolapios. La máquina que hay a la entrada puso en su pantallita: 'Bienvenido D. Andrés'. Después me abrió la barrera para que pasara. Joder, pensé. ¿Cómo sabe la máquina quién soy? ¿Y por qué me deja pasar sin haber recogido el tique de pago? Aquello me mosqueó más que le puede mosquear a un pavo oír una pandereta. Estaba anonadado. La barrera estaba levantada, pero yo no podía atravesarla. Me quedé paralizado como aquellos personajes de El ángel exterminador de Luis Buñuel que querían irse pero que no podían atravesar las puertas abiertas. Miré para todos lados por si había una cámara oculta y me estaban gastando una broma. Total, que al ver la cola que se estaba formando, decidí pasar y aparcar, siempre con el temor de que al salir me pidieran el tique que me había negado la maquinita de los cojones. Pero no, al salir, la máquina me deseó buen viaje por la pantalla y me abrió la barrera. ¡Una máquina me había reconocido y me había permitido irme sin pagar! Para mí aquello era inquietante. Durante todo el día estuve dándole vueltas al asunto. Al día siguiente quise repetir la operación. Lo mismo. 'Bienvenido D. Andrés', me dijo la máquina antes abrirme la barrera. Totalmente intrigado, cuando aparqué fui a hablar con el operario que estaba en la recepción del aparcamiento. Le conté el caso y me dijo que es que yo debía haber abierto una aplicación a través del móvil y que la máquina, al identificar mi matrícula, me abría la barrera. Y que el importe de los aparcamientos me lo quitaban de la cuenta corriente que había puesto al dame da alta en la aplicación. Iba a decirle a aquel hombre que yo no me había descargado ninguna de esas aplicaciones cuando caí en que mi hijo también se llama Andrés y que utiliza mucho mi coche. Pensé que había sido él quien se había dado de alta en la aplicación. Todavía no le he dicho que llevo varios días aparcando en Los Escolapios a su costa. ¡Vivan las máquinas!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios