EL Barómetro del Grupo Joly, y supongo que también otros sondeos realizados con motivo del Día de Andalucía, que es hoy, confirma que en tiempos de crisis los ciudadanos castigan a todos los políticos sin excepción. Cuando las cosas van mal la culpa se transfiere de modo automático a los que han sido elegidos para que fueran bien.

La factura es, pues, compartida. Curiosamente, Manuel Chaves obtiene la misma calificación que la labor de su gobierno (4,7 sobre 10), mientras que Javier Arenas está mejor valorado personalmente que el conjunto de su partido en la oposición (4,3 el líder; 3,9 el partido). Aunque la encuesta no representa más que un estado de opinión en un momento determinado, hay que destacar que es la primera vez que en estos barómetros al presidente de la Junta lo suspenden los andaluces mayores de edad, y especialmente los del tramo comprendido entre los 25 y los 44 años, y que las expectativas de voto revelan una diferencia de siete puntos porcentuales entre el PSOE y el PP.

¿Qué quiere decir esto último? Que el escenario político andaluz se parece mucho a una foto fija en la que los socialistas gobernantes desde los tiempos de Maricastaña se desgastan paulatinamente -también lo apuntan las elecciones reales cada cuatro años-, pero tan poquito a poco que no dejan de bordear la mayoría absoluta de escaños en el Parlamento andaluz. Al mismo tiempo, los populares avanzan tan poquito a poco que Javier Arenas quizás debería ir preparando a su hijo para que le sustituya como candidato a la Junta. Para enfrentarlo a Chaves, por supuesto, que no parece dispuesto a dejar paso a ningún heredero.

Así estamos: los andaluces suspenden a quienes les gobiernan, pero suspenden más aún a quienes se ofrecen reiteradamente a sustituir a quienes gobiernan. En realidad, podría decirse que los andaluces se suspenden a sí mismos. No se creen con la energía, la decisión y el impulso necesarios para cambiar. Es más, según se comportan, se puede deducir que están deseando dejar atrás la actual coyuntura de crisis para volver a aprobar a los dirigentes que tienen, que son los mismos que hace veinte años, aunque algunos intermitentemente.

Otro hecho significativo del Barómetro es que solamente tres consejeros de la Junta, los de Igualdad, Agricultura y Cultura, consiguen un aprobado raspado a su gestión en opinión de los andaluces. Con una particularidad: los tres son poco conocidos. Los identifican uno de cada cuatro andaluces, como mucho. Por el contrario, el consejero más conocido, Gaspar Zarrías, resulta el menos valorado (4,1). Una lectura perversa indicaría que es mejor que los ciudadanos desconozcan a los que rigen sus destinos, porque son mucho más benévolos con los desconocidos que con los pocos a los que conocen. Pero esto pasa en todos lados: cuesta más querer a los lejanos que a los cercanos.

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