Acaba la era de gobernar a golpe de tuit; ciento cuarenta -o doscientos ochenta- caracteres no dieron nunca para comunicar los muchos matices que tiene las decisiones. Son frases espasmódicas escritas en un pronto que se leen como se escribieron, en un golpe de vista que no deja el poso de una reflexión, tan fugaz como la embestida de un búfalo haciendo el payaso en el Capitolio por unos segundos de gloria tan efímera como elocuente.

Cierta derecha siempre nos pareció a los moderados flor de un día. Siempre existió ese sector exaltado que aprieta los puños cada vez que hay debate; recuérdese a los falangistas y sus salidas a cazar rojos. Antes de pensar, embisten; es la política del toro, practicada también por el antitaurino exaltado. El político descerebrado jalea estos impulsos y sus ganas de imponer lo que piensa al que defiende lo contrario.

Es hora de sacar de las instituciones a estos agitadores que, bueno, tuvieron su ratito de gloria quizás necesaria para despertar a una clase política que sesteaba en el turnismo trincón que sufrimos.

Prefiero a los que cambian las cosas a largo plazo que a los que enarbolan revoluciones que luego solo sustituyen a un sátrapa por otro. Después de muchos muertos y quebrantos todo revolucionario resulta devorado por sus pulsiones más oscuras. Es la hora de los reformadores frente a los búfalos.

Si a los de Podemos se les vio el plumero chavista desde el principio, aupados por la crisis de los bancos, a los bestias del anarco-derechismo se les han visto las costuras con este virus cruel que les ha puesto cara. El negacionismo, la conspiranoia, el anti todo y la gestión a impulsos condujeron a estas imágenes patéticas e insólitas que asombran pero que han visibilizado a eso que se ha dado en llamar 'derecha supremacista', es decir, una panda de 'hunga-hunga' empoderada. Hasta los que jaleaba los asaltos a la casta se han asustado. Resulta que las instituciones y su retardo en los cambios eran hasta benignas pues asentaban con su pausa tan necesaria o, incluso, para rechazar leyes mal hechas/descerebradas como las que eleva la marquesa de Galapagar a la que no le pasan ni una.

Pasamos ya página dejando los trumpismos y los podemismos en el baúl de los recuerdos. La política debe volver a aquel aburrido debate sobre las cuentas y los matices. Es hora de que los gestores les recorten el ego a esta galería de personajes que asaltaron la política desde las audiencias y los tuit para no dejar casi huella antes de pasar a pastar en la dehesa del olvido.

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