Cuando el flamenco fue declarado por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad hubo sólo unos pocos que se mostraron escépticos sobre las repercusiones reales mientras la Junta de Andalucía brindaba con champán. Ahora, con la supresión de las ayudas para la promoción del tejido asociativo del flamenco, las peñas -entre otras entidades- se quedan atadas de pies y manos viendo que lo de inmaterial era una expresión literal.
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