El Albaicín esconde rincones que han inspirado versos, estrofas y párrafos admirando su belleza y singularidad. Pero la expresión verbal es un arte que puede manifestarse de muy diferentes maneras. Hay quien hace un chiste ingenioso y quien directamente se vale de lo que tiene más a mano para dejar constancia de una situación en concreto. Con la censura por delante a los comportamientos vandálicos que ensucian y deteriorran bienes públicos y privados, hay que admitir que la pintada es tan innecesaria como espontánea. Y es que como las meigas en Galicia, en el Albaicín cuestas haberlas, haylas.

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