La intervención de Rafael Hernando en la última sesión de la moción de censura anticipa lo peor: del PP hacia la izquierda sólo hay traidores (Albert Rivera) y los amigos de los amigos de los etarras (PSOE incluido). Lo mejor de Mariano Rajoy ha sido su talante, uno de los presidentes menos sectarios, capaz y agradecido de haber llegado con el PSOE a dos grandes acuerdos de Estado: la sucesión del titular de la Corona y la suspensión de facto, por vez primera en nuestra historia, del autogobierno de una comunidad. La abrupta salida de Rajoy augura la radicalización del PP, angustiado por compartir la hegemonía del nacionalismo español con Ciudadanos. El PP debe ahuyentar el rencor, que es una melancolía envenenada y escasamente productiva. José María Aznar se tragó ese veneno, esa enfermedad autoinmune, y desde entonces anda poseído, no le perdona a España ni a Rajoy que le afeasen aquella guerrita que aún sigue. ¿Dónde está el ex presidente? La existencia de una caja B en la contabilidad del PP, iniciada según la Audiencia Nacional en 1989, le compete a él más que a Rajoy, como Bárcenas y el fallecido Álvaro Lapuerta. Como Correa y el Bigotes, que desfilaron en aquella boda en la que Aznar aspiró a ser enterrado como Felipe II. Fuese y no hubo nada, sólo rencor. ¿Dónde has estado estos días cuando censuraban a tu sucesor?

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