La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

El autoindulto

"Yo lo que digo es que hay que acabar con los indultos políticos", le decía Sánchez a Risto Mejide en Cuatro TV

La Guardia Civil incautó, en el marco de la operación Volhov y almacenado en el móvil de Xavi Vendrell -comisionista de la izquierda republicana catalana-, un plan cuasi secreto del bien pagado "fontanero" de ERC. Según el verificado documento de planificación independentista, la ruta consistiría en chantajear la necesidad de apoyo parlamentario de Sánchez para lograr debilitar al Estado que Mentiránchez mal gobierna.

Los principales retos de la estrategia eran lograr la reducción de las penas por el delito de sedición, que los indultos incluyan la ilegal amnistía para los maulets del lazo amarillo, y que sobre la solapa de Pedro figure un pin con la senyera que diga: "referéndum de autodeterminación, ¡ya!". Todo tan spanish friendly que no sólo asombra, sino que también apena. A pesar del desmentido de facto a su estrategia global, Sánchez sigue en sus trece, dispuesto a indultar a toquisqui que llegue con condena golpista desde aquella DUI sentenciada por el Supremo. Que ninguna realidad le altere su estancia en la Moncloa.

"Me cabrean los indultos. Yo lo que digo es que hay que acabar con los indultos políticos", le decía Sánchez a Risto Mejide en Cuatro TV. Ante sus compañeros del PSOE también aseguró: "Nunca más indultos por motivos políticos o económicos. Van a estar tasados esos motivos de indulto, de injerencia del ejecutivo sobre el judicial, que van a tener que contar, siempre, con la petición inicial del tribunal que emita la sentencia". Tal cual. Lo dijo el Sánchez aspirante antes de ser absorbido por el Mentiránchez personaje, ese que emergió descarado cuando cambió el colchón de su dormitorio en Moncloa.

Como ya le pasó a ZP con l'Estatut de Maragall, a Sánchez le importa un comino que la España que fotografía en su imaginario tras los indultos, no se parezca nada a la terca realidad que lo desmienta. Le trae al pairo dilapidar el prestigio internacional de la democracia española con tan galopante ritmo.

¿Quién va a creerse que el Estado de derecho que ningunea Sánchez pueda pedir comprensión internacional contra el devaneo territorial constante de los nano patriotas de barretina, si el jefe del ejecutivo español incumple la palabra dada con su maniobra, autoindulta sus apoyos parlamentarios con vergonzante desprecio al poder judicial independiente, y usa el poderoso instrumento gubernamental del perdón para lograr mantener sus posaderas en el poder, al que llegó prometiendo lo contrario de lo que practica?

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