Si bajamos los brazos

Que los cuidados pasen de lo doméstico a la agenda de servicios del Estado es un paso de gigante

Hace poco ha sido 8 de marzo, esa fecha proclive a toda clase de polémicas. La de este año, cómo no, la del riesgo para la salud que podían implicar las movilizaciones. Como si ir a trabajar en trasporte público a las 7 de la mañana en las grandes ciudades fuera inocuo.

Al margen de polémicas: la necesidad de seguir trabajando, peleando, señalando las dificultades con las que nos enfrentamos las mujeres por el simple hecho de serlo es evidente. Los datos lo corroboran una y otra vez. La brecha salarial, la ausencia de paridad en los consejos de administración o en la dirección de las empresas, la feminización de determinados trabajos o estudios, las muertes a manos de parejas, exparejas o clientes…

Por eso, por esa necesidad, debemos felicitarnos cuando se toman medidas que signifiquen un cambio de paradigma frente al sistema patriarcal. Lo fue la aprobación de la ley de dependencia, aunque su puesta en práctica no haya cumplido, ni de lejos, las expectativas. Claro que ahí la política de recortes de los sucesivos gobiernos del PP y el austericidio del que hasta la Unión Europea ha acabado renegando, han tenido mucho que ver.

Por eso, por esa necesidad, la reciente aprobación del Plan Corresponsables ha de ser motivo de celebración. Dotado con 190 millones de euros, busca mejorar la conciliación de las familias en España mediante la corresponsabilidad del Estado en el cuidado de niños y niñas menores de 14 años y supone el inicio del cuidado como un derecho. También contempla la creación de bolsas de trabajo específicas para este sector, el fomento del empleo y la dignificación del trabajo de cuidados, un sector altamente feminizado, mediante la certificación de la experiencia informal. Va dirigido a familias monomarentales, a víctimas de violencia de género (y otras formas de violencia machista), a mujeres de más de 45 años y a personas que tengan otras responsabilidades de cuidado.

Nada de todo esto va a significar que, para el año próximo, las horas que dedican las mujeres al trabajo doméstico bajen mucho de las 77 que dedicaban en 2016, frente a las 32 que dedicaban los hombres. Pero que los cuidados dejen de formar parte de lo doméstico para incorporarse a la agenda de servicios que el Estado debe garantizar es un paso de gigante.

Por eso las mujeres, como dice el proverbio africano, no podemos bajar los brazos. Porque si los bajamos, el cielo se cae.

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