La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

La bandera

Se dicen humoristas, pero su misión es hacer caja provocando con símbolos patrios o católicos

En España uno puede besar la bandera de su autonomía o equipo preferido; ventear la arcoíris, la estelada o la tricolor sin que a nadie le extrañe el afecto. Al contrario, loarán su lealtad a prueba de ventajismos o derrotas.

Pero, ay del españolito que use su libertad para llevar la bandera constitucional, adosada a su cuerpo como pulsera, cinturón o tirantes a juego; o desde el alma, con gorra de testigo. Saldrá quien, sin conocerle de nada, use el comodín del insulto y le grite facha. O fachorro cómplice de los corruptos, si alguna sustancia ilegal fumada, o el exceso de calimocho, impulsa la explosión del desafecto más allá de lo permitido. Olvidan que los corruptos de izquierdas también lucen banderas. Y algunos incluso se la ponen de chándal.

Sonarse con la bandera oficial española por TV lo quieren travestir de sketch humorístico. Y alardear del ingenio. Jiñarse en la ikurriña o la senyera es menos gracioso. Con su arrogancia impúdica y cierta superioridad moral nos muestran su libertad de expresión sin aceptar el derecho de los demás a ofenderse. El ultraje a la bandera constitucional, ese "trapo" al que los más ventilados llaman "de mierda", es lo cool. No los veremos miccionar tan chistosos en la bandera gallega, árabe del ISIS o la de Marruecos. Franco les dejó abierto el retrete, y aunque la Constitución la limpió de impurezas antidemocráticas, con su humor sólo se ciscan en la bandera que nos simboliza. También a ellos.

En el recuento diario de culturetas hay competencia por quedar primero para ganar pelas con la escarapela, y ser el bufón líder de la izquierda pija. Se dicen a sí mismo humoristas, pero su misión es hacer caja provocando con los símbolos patrios o católicos. Su mejor risa siempre llega al contar sus ganancias.

Fueron tan valientes defendiendo su humor que el vídeo que propagaba el gag de la afrenta les duró un rato en la web de su TV de cabecera. Justo hasta comprobar cuánto dinero perdían alardeando de moquero rojigualda. Su gracia presunta no la miden por las carcajadas de la audiencia sino por los euros que recaudan. Sus principios son así, pegados a algo tan "idealista" como la moneda corriente. Por eso el travieso bufón arrepentido, ha mutado a suavón tras el griterío digital, y parar así la fuga de los caudales, su única y triste bandera.

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