Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

El besamanos

Entiendo a Pedro Sánchez. Cuando no eres nadie y te dan una gorra de plato, pues te crees Mariscal de Campo

Estaría en COU cuando, acompañado de uno de mis mejores amigos -cuyo nombre omito para evitarle la vergüenza-, nos encaminamos hacia el Ayuntamiento con idea de visitar una exposición de no recuerdo muy bien qué. En la misma puerta de la Casa Consistorial y ante nuestra sorpresa, dos agentes de la Policía Municipal se cuadraron y saludaron. En el zaguán, otro agente actuó de igual modo y entonces, con timidez, le devolvimos una sonrisa. Ya en el patio fueron varios los guardias que nos presentaron sus respetos y les devolvimos el gesto con toda la prestancia de que fuimos capaces. Subiendo la regia escalera recibimos el saludo de varios funcionarios y nuestro ego se disparó. Así que una vez en la primera planta, acostumbrados a nuestra nueva posición y venidos arriba, saludamos regiamente al oficial que nos abrió la puerta hasta que un conserje malencarado nos devolvió a la realidad con una mirada que hubiera traspasado las murallas de Jericó, mientras saludaba al alcalde Jara que nos seguía a un par de pasos, con un sonoro "buenos días, don Antonio". Así que desandamos el camino a toda prisa y ya no sé si vimos o no la exposición de marras. La verdad es que si no llega a pararnos el conserje, acabamos en el balcón de la Plaza del Carmen remedando la imagen de rey Jorge VI junto a Churchill en Buckingham Palace el Día de la Victoria de 1945. Me veo con el puro en la boca haciendo la V de la Victoria y es que… En fin, ¡qué quieren que les diga!

Por eso entiendo a Pedro Sánchez. Cuando no eres nadie y te dan una gorra de plato, pues te crees Mariscal de Campo. Es como cuando te llevan a la Feria y te montan en los caballitos. El brazo salta como un resorte y te entran unas ganas enormes de gritar "¡a la carga!" en plan general Custer. Porque los humanos somos así. Le cogemos gusto a lo bueno. Y el señor Sánchez, que se creyó Kennedy con las gafas de sol en el avión oficial, lo utilizó para irse de concierto y apareció en helicóptero en la boda de su cuñado, vio el trono tras Su Majestad y pensó: "Este es mi sitio".

Imagino que cuando de niño le tocaba el premio en el Roscón de Reyes y se ponía la corona, le debería invadir la etérea sensación que provoca el peso de la púrpura y lo mismo le pedía a su madre el colacao utilizando un "Nos" mayestático que no le cabría en el cuerpo. Por eso nos hace falta un ujier de traje gris que nos indique cual es nuestro lugar en cada momento.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios