A bote pronto

Juan Alfredo Bellón

Más besos

NO sé qué tendrá Granada que las dos sociedades científicas de los médicos de Atención Primaria han convocado aquí sendos congresos sobre enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, diabetes, salud mental y relación entre la química del amor y el lenguaje del beso, lo que sorprende en una ciudad donde la mayoría de quienes creen tener problemas de salud se salta a la torera el primer escalón sanitario y se hace atender en Urgencias hasta de un simple golpe de tos. Como extraña ver ubicado el amor entre enfermedades y el beso entre medicinas hasta saber que los padres del evento son el psiquiatra burgalés Jesús de la Gándara y José Antonio Lorente, director del Centro de Geonómica y Oncología Genética, para quienes las escaramuzas amatorias y los restos de Colón ya no guardan secretos.

Por eso (a pesar de habérseme reventado un labio la otra noche, cayendo de boca al tropezar en el empedrado autóctono del mismísimo Callejón del Beso) acudiré a la Besada Colectiva convocada para el sábado en Bib-Rambla por el Congreso Andaluz de Médicos de Familia, con la esperanza de adelgazar severamente en los próximos meses por prescripción de mi endocrino. Y si los treinta y seis músculos que intervienen al besar, consumen en cada morreo doce calorías, con cien ósculos de reglamento, le resto mil doscientas al cómputo de la ingesta diaria y así compagino placer, gusto y dieta con una práctica sanatoria tan divertida, que ayuda a segregar hormonas benéficas.

Hormonas aparte, para beso interesado, el del adiós que le dio el otro día Zaplana a Rajoy, camino de Praga y del sueldo millonario de consolación en Telefónica o el que estará preparando Acebes, ya por fin dulcemente párvulo como Minchavilla, que dejó la política por la empresa privada. Y luego los negocios de Aznar, preocupadísimo ahora, y las tercerías multimillonarias de su yerno, tan pancho.

Besos y más besos de alquimista, con sabor a euro, ávidos de riqueza, pasión contradictoriamente condenada de nuevo por la Iglesia y tan común en esa parte de la clase política que presume de integridad religiosa y moral modelo Berlusconi y luego solo piensa en forrarse con la merma calculada de lo ajeno y de emboscarse para gobernar, dándole al pelo de gestionar lo público y a la lana de favorecer lo privado.

Esa misma gente que aquí en Granada, corta el tráfico sin recato ni pudor en la Carrera del Darro y Plaza Nueva para procesionar el simpecado y peregrinar (pañolín de Loewe al cuello y mocasines de Prada, qué cruz) desde la Iglesia de San Pedro hasta su basílica favorita en Wall Street, en el corazón de Manhattan.

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