En el Cañizo me tomo un liso / en Espadafor me tomo dos / en Lindaraja me tomo una tinaja / y me voy a Espinosa y dejo la losa". Estos báquicos versos de uno de esos tantos poetas anónimos que ha alumbrado la Alhambra a sus pies son también parte de la historia de una ciudad cada vez más difícil de reconocer. Hoy es Bodegas Espadafor la que baja la persiana tras más de un siglo saciando la sed de los granadinos e innumerables anécdotas detrás y delante de una barra que ha vivido 108 años, que se dice pronto. Un bar que últimamente había hecho bandera del jamón asado como una especialidad digna de ser probada y que no resiste a la pujanza del turismo. Ahora, una cadena hotelera se hace con el edificio junto a Gran Vía, una oferta irrechazable que hace que Granada pierda un pedacito de su historia reciente en esos azulejos que son patrimonio del tabernismo. Poco o nada se puede hacer con el implacable progreso (hay quien verá lo contrario) y las leyes del mercado en una ciudad en la que las camas de hotel valen su peso en oro. Valga este último brindis.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios