La Rayuela

Lola Quero

lolaquero@granadahoy.com

El calamar en Granada

Como en la serie, sometemos nuestra vida al capricho de unos pocos que en realidad podemos mandar a paseo

Calamar es la palabra de moda. El estreno en Netflix de la serie surcoreana El juego del calamar ha tenido tanto éxito que es más que un clásico producto televisivo del que todo el mundo habla. También se ha convertido en un experimento social que sirve para imitar conductas, juegos y escenarios. Por si alguien aún no sabe de qué va, trata las historias de una serie de personas muy endeudadas y desesperadas a las que se les ofrece participar en un juego con varias pruebas que tendrán que superar para ganar el premio millonario y así resolver su vida. El problema es que, en cada etapa, los que no la superan son eliminados y esa palabra, en esta historia, significa asesinato.

Pese a mi pereza habitual por las series tan aclamadas, decidí ver algún capítulo por tantear eso de lo que todo el mundo hablaba. En el primer episodio, los personajes se enfrentan a un juego llamado Luz roja-Luz verde -en realidad es una versión del clásico escondite inglés-, con una muñeca gigante que se gira y apunta con sus ojos a aquellos que se han movido tarde y sobre la marcha son fulminados a tiros. Ese aire surrealista se hace más patente al llegar a la escena donde me detuve, creo que a mitad del segundo episodio, porque me hizo pensar o porque ya no he tenido ni tiempo ni ganas de seguir. Es el momento en que el protagonista principal, alarmado por los asesinatos de la primera prueba, acude a la Policía. Ahí está su confrontación con la realidad. Tras la explicación del jugador, el alucinado agente le viene a preguntar algo así: -A ver, para que yo me entere, ¿me quiere decir que ha participado voluntariamente en un juego donde asesinan a gente y que luego esos mismos asesinos han dejado marchar a los supervivientes porque entre todos ellos han decidido democráticamente, mediante una votación, acabar con el experimento?-. Y el joven le responde que sí con toda naturalidad, como si fuera algo absolutamente creíble y normal. Entonces recordé haber leído que esta serie era una alegoría del actual sistema capitalista y democrático. De vuelta a nuestra realidad, tan lejos de esa creación coreana, estos días hemos conocido los detalles de los Presupuestos Generales del Estado y el lamentable reparto que le ha tocado a Granada de las cuentas más expansivas de la historia, ésas que están llamadas a propiciar la recuperación de España. Una reanimación tras la pandemia que, si es por la inversión estatal, pasará de largo por esta provincia. Según lo veo yo, somos como ese personaje de la serie esta del calamar que considera normal jugarse la vida, la salud o la miseria en un sistema que parece estar en manos de unos pocos, pero que en realidad sólo depende de que la mayoría de los participantes se pongan de acuerdo para mandar a paseo a esos cuantos que deciden caprichosamente sobre quién merece sobrevivir o prosperar.

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