Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Por las calles se pasa, en los libros se vive

Almeida y Cuenca enfrentados en una 'guerra de callejero'. Impíos, ambos, utilizan como arma a Almudena Grandes

N O descarto verme a las puertas de un juzgado o de una prisión aporreando la furgoneta que traslada a un violador, a un asesino o a una infanticida. Sobre todo, si su víctima me es cercana. Como ahora no hay ejecuciones públicas, no podré saber si asistiría a la quema de Juana de Arco en la hoguera, a la decapitación de María Antonieta o al ahorcamiento público del último bandido de Far West. Como no he ido a la guerra, nunca sabré a ciencia cierta si sería capaz de negarme a participar en una violación cuando el camarada que me acaba de salvar la vida en el asalto de un pueblo enemigo me exigiese ultrajar el cuerpo de una mujer. Decía Flaubert que debemos luchar contra la estupidez ajena, pero que es la propia la que debe preocuparnos. De los actos violentos o indecentes, lo que más debería turbarnos es si, en un contexto semejante a aquel en el que se cometieron, actuaríamos de forma diferente. Un romance tradicional que habla de un adulterio, termina así: "Clara soy, Clara me llamo, / y de clara me enturbié, / y por eso nadie diga: / de este agua no he de beber, / porque el camino es muy largo / y puede apretar la sed". La sed de venganza o el odio, el miedo y la rabia; o el deseo indecente de aprovecharse políticamente de los muertos propios y/o de los ajenos. Para no entrar en guerras de callejero, y este es mi mérito, jamás pensé en presentarme a alcalde de mi pueblo. En contienda están ahora el alcalde Almeida que no ve con buenos ojos que una calle de Madrid lleve el nombre de Almudena Grandes y Paco Cuenca, alcalde de Granada, que está decidido a que un espacio público de su ciudad lleve el nombre de la escritora. ¡Juguemos a las porras con los muertos! ¡A ver quién gana! Un, dos, tres… ¿Cuántos alcaldes abogarán porque la escritora dé nombre a una calle o a una plaza de de su ciudad? ¿Cuántos se opondrán? En su poema Diatriba contra los muertos, Ángel González ya dejó constancia de lo fastidiosos que son los difuntos: "Lo malo que tienen los muertos / es que no hay forma de matarlos. / Su constante tarea destructiva /es por esa razón incalculable. / Insensibles, distantes, tercos, fríos, / con su insolencia y su silencio / no se dan cuenta de lo que deshacen". O de lo que construyen, porque por las calles, se pasa, pero en los libros se vive, como en casas confortables.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios