El cambio climático y los sabañones

Me fío poco de los jóvenes que quieren arreglar el mundo y no arreglan ni su propia habitación

Me imagino que los científicos asistentes a la cumbre del clima de Madrid habrán explicado ejemplos por los que han comprobado que el calentamiento global que está sufriendo la corteza terrestre es real, pero yo tengo mis propios registros para corroborar ese hecho: han desaparecido los sabañones. Antes eran corrientes las inflamaciones dolorosas que salían en las manos, las orejas y los pies a causa del frío. Ahora nadie las padece y han desaparecido también de las farmacias los ungüentos que vendía para combatir estas molestas hinchazones. Yo, como la mayor parte de los de mi generación, hemos tenido sabañones de chicos. Y ahora sabemos que el que no ha pasado frío en su infancia no sabe lo que es el verdadero frío. Nuestras manos y nuestras orejas se llenaban de sabañones. En la escuela los más sádicos le daban capirotazos a las orejas de los que padecían estas tumefacciones. El dolor era inmenso. Las aceituneras calentaban piedras añejas en la lumbre para ponérselas en los manos y aliviarse del dolor que producían los sabañones y los aceituneros se meaban en ellos, no se sabe si para aplicar la teoría de que el ácido úrico era bueno para las inflamaciones o porque sentían consuelo con el orín caliente que salía de su pene. También he podido comprobar en estos últimos años que el clima está cambiando porque antes los aceituneros de mi pueblo iban a la aceituna con toda la ropa vieja que encontraban en su casa encima. Iban tapados hasta las cejas para aguantar las largas jornadas de frío. Ahora me cuentan que los vareados hasta van en manga de camisa.

Lo que sí parece es que hay mayor concienciación en la lucha contra el calentamiento del planeta entre los jóvenes, espoleados por la activista sueca Greta Thunberg. Pero me fío poco de los jóvenes que quieren arreglar el mundo y no arreglan ni su propia habitación. Y también parece que todos los líderes políticos han pedido acciones para frenar el cambio climático menos Jair Bolsonaro y Donald Trump, que se han hecho climaescépticos a pesar de ser gobernantes de los países más contaminantes del planeta. El primero porque dice que es un invento marxista y el segundo porque probablemente no tuvo sabañones de chico. Un capirotazo en las orejas se merecen. Ambos dos.

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