Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El camino de Sulayr

El derrotismo de los campos que se vacía tienen quien lo combate. No todo va a ser invernaderos ladera arriba

Escuchar los ecos porteños de un bandoneón debajo de un tinao de Pampaneira o el suave canturreo de un clarinete entre las callejas, mientras saludas a amigos de la misma capital también desplazados hasta el barranco del Poqueira para disfrutar de la propuesta distinta y necesaria del Festival Sulayr fue todo un regalo de fin de semana que aún saboreo pasados los días.

Hacen falta ideas así. La Alpujarra, tan querida, inscribe sus datos entre los lugares del despoblamiento severo en los estudios de la Universidad sobre este fenómeno que hay que revertir. La Diputación -entidad que se ha revelado imprescindible, verdadero ariete contra esta inflación de ciudades que deja los campos yermos- saca planes sociales de choque que creen reclamos de interés para los urbanitas allí donde ya solo se quedan los más viejos. Nos va el futuro en ello.

Entre tanta inercia despobladora, te alegras de ver amigos que se arremangan para revertir las cosas. Como lo hacía Nelia Reyes enfundada en un chaleco rojo-Sulayr de coordinadora de todos los detalles de este original festival de músicas del mundo por los pueblos de la Alpujarra alta, recibiendo autoridades o atendiendo en todo a esos músicos que tan bien conoce; o a Ángel Olgoso, genio granadino del relato breve, de paseo por las calles que serpentean por las laderas del Poqueira; O Tato Ramírez, arquitecto amante de la cultura; o, en fin, esa 'gente de la cultura' que despertó del ombliguismo capitalino para llevar cultura allí donde es un maná traducido en turismo, negocio, vida y futuro.

Aproveché el viaje para ir más allá de Trevélez incluso, allí donde todo es olvido. Volví a ver Cástaras que revive tímidamente a base de artistas en busca de silencio; saludé a María del Mar en su alquería de Cádiar, entre alumnos de yoga que comían en silencio; escuché la caída del sol en la Alcazaba cerca de Busquistar, donde gente como Daniela te atiende con su acento argentino entre el aire limpio.

El derrotismo de los campos que se vacían tiene quien lo combate. No todo va a ser invernaderos ladera arriba. Hay buenas ideas, como la de Sulayr, como la del turismo tranquilo o la de los talleres de saberes tradicionales con las mujeres del mundo rural, memoria sabia y viva sin ansiedad ni prisa, esos males que en Sulayr quedan muy, muy lejos.

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