Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Esto también es el camino

España no ha sabido entender la necesidad de gestionar el proceso independentista catalán

Existe abundante literatura centrada en el concepto de camino como como esencia de la vida, a pesar de que Maquiavelo anteponía el fin o la meta a los medios o el proceso (bueno, eso suele afirmarse a la ligera). Desde Santa Teresa y su camino de perfección como norma de existencia de una persona moral hasta la Generación Beat, con Jack Kerouac de viaje bohemio y alimentado de jazz, poesía y colocones, que ayudó tanto a configurar la mítica Ruta 66. El calvinismo católico y meridional del Opus Dei también encontró su norte y guía en el Camino de Escrivá de Balaguer. Los Beatles nos inocularon la melancolía implícita en la vida con su largo y tortuoso camino. En las escuelas de negocios, en fin, popes de corbata de Hèrmés y vocación de gurús entran en trance cuando, como predicando, aseguran que lo importante es el proceso y no el fin, o sea: el qué será alcanzado gestionando el cómo con una excelencia de performance que te mueres. El camino del Rocío -ya están aquí…- o el de Santiago son metáforas de la vida, que cada uno vive a su manera. En estos días, un buen amigo, con el entusiasmo y capacidad de asombro que le son consustanciales, no paraba de ver señales y símbolos en el camino que a pie nos llevó desde Portugal a Santiago: "Esto también es el camino", comentaba una y otra vez ante cosas triviales o decisivas: ante un buen pimiento de Padrón, un lisiado que devoraba kilómetros, el silencio en un templo o un esguince de tobillo.

España, siento concluir, no ha sabido entender la necesidad de gestionar el proceso independentista catalán. No lo ha sabido la España catalana que se ha embarcado en un arca repleta de animales políticos diversos: los burgueses conservadores de Pujol, Mas y Puigdemont, afanados en tapar así las cloacas delictivas de su partido; los afortunados del destino de ERC, y los radicales de izquierda hijos de emigrantes que quieren una República Popular de Cataluña que hable en charnego. Una tropa de lo más poliédrica y ensimismada. Tampoco han sabido nuestros gobiernos -los de Rajoy- manejar el proceso, el camino de difícil entendimiento dentro del Estado (el país, la nación, la patria: sírvase usted mismo). Se puede uno embravecer invocando a la Legión, pero no servirá para nada bueno. Haber dado y tomado, haber ofrecido y exigido estampitas fiscales y competenciales: eso no es bajarse los pantalones, es ser sensato. Hubiera sido sensato, por emplear un tiempo verbal apropiado. Ahora el choque de trenes es inevitable.

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