Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

La camiseta de España

Las cotas de miseria humana a las que pueden llevarnos la defensa de las ideas políticas llegan a ser inconcebibles

He leído en estos días una noticia tan triste como indignante. El monitor de un campamento de verano en Cataluña se jactó en redes sociales y con un tono despreciativo de haber prohibido a un niño asistir al mismo vistiendo la camiseta de la selección española. Algo que debería ser absolutamente normal. Con esa o con cualquier otra. Es un niño y le divierte el fútbol. ¿Se puede ser tan excluyente como para no ser capaz de entenderlo? Y más, cuando se está disputando la Eurocopa. Pero lo más indecente no es ya que lo hiciera, algo más que miserable tratándose de un adulto. Es que además de humillar al chiquillo ante el resto de sus compañeros, se vanaglorie públicamente de su proeza sintiéndose, supongo, un "héroe del procés". Quizá crea que es una especie de "Tambor del Bruch" redivivo. Las cotas de miseria humana a las que pueden llevarnos algunas formas de defender nuestras ideas políticas llegan a ser inconcebibles. Y este asunto es claro ejemplo de ello.

La historia me ha recordado esa magnífica película que es Jojo Rabbit en la que, en clave de humor, pero con gran realismo y ácida crítica, vemos hasta donde puede llegar el adoctrinamiento. El bueno de Jojo y su amigo Yorki no son más que dos niños cualesquiera. Dos chavales ilusionados con vestir un uniforme aparente para ir a un campamento de verano, disfrutar con sus amigos y vivir historias increíbles, armados del cuchillo que simboliza su madurez. Tomados como un juguete por una ideología totalitaria y criminal, les ilusiona ir a la guerra. Tristemente, aquellos chavales que fueron obligados a enrolarse en la Juventudes Hitlerianas acabaron, con doce y trece años, muriendo entre las humeantes ruinas del búnker en el que su delirante Führer dio fin a sus días suicidándose después de haber asolado Europa a sangre y fuego.

Hay noticias que deberían estremecernos y las dejamos pasar con la inconsciencia del "no será para tanto", la cobardía del "a mí no me afecta" y la imprudencia del "eso aquí no pasa". No debemos ser pusilánimes. Cuando el odio llega a extremos tan nimios está demasiado incrustado en algunas personas. Cuando se es capaz de hacer daño a un niño, y de una manera tan cruel, por una cuestión tan anecdótica, la salud moral de una sociedad está más que resentida, desmoronándose. Mala solución veo para el tan traído y llevado problema catalán cuando es tanta la inmoralidad que se viene acumulando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios