Las canciones

Como bien decía Carlos Cano: necesitamos que alguien nos explique, buenamente, "el mecanismo"

Carlos Cano es uno de los mitos culturales, poéticos y musicales de Granada. No solo recuperó estilos musicales olvidados o denostados como la copla, también fue un referente democrático y andalucista y él mismo se consideraba más un juglar que un cantautor porque consideraba que la canción podía ser una actitud crítica ante la vida.

En 1977 compuso la Murga de los currelantes, un acercamiento del compositor al carnaval de Cádiz en esos primeros años de democracia en un intento, quizá, de contar en una versión breve lo que ocurrió en los años de la transición. De eso hace más de cuarenta años, pero si el músico granadino estuviera aquí, en esta Granada poselecciones municipales, se vería obligado a hacer una versión actualizada de su canción. La actualidad política de nuestra ciudad requiere de la fina ironía y la acidez un tanto naíf que destilaba la tonada.

Creíamos que, tras cuarenta años de democracia, habíamos alcanzado la "madurez" necesaria para enfrentarnos a las incertidumbres que suponía dejar atrás el bipartidismo. Pensábamos que la nueva política venía para superar los déficits que, en esos más de cuarenta años, se habían ido acumulando en el funcionamiento de instituciones o partidos políticos. Dábamos por hecho que el respeto a las minorías, la política de pactos, las coaliciones y consensos serían un paso al frente en la consolidación de la democracia. Estábamos totalmente equivocadas. Más que un error, nos habíamos salido del cuadro.

Pero la realidad, tan tozuda ella, está para poner las cosas en su sitio: puede que la izquierda (esa ideología que anda siempre buscando su sitio) tenga siempre preguntas pendientes. Pero quien tiene las respuestas, por duro que parezca, acaba siendo la derecha.

Tras las elecciones, nuestro país está sumido en el estupor de quienes empezaron la partida creyendo tener una baraja y, al acabar, se dieron cuenta de que todas las cartas podían jugarse por las dos caras. Y esta vez nuestra ciudad, nuestra Granada, se ha colocado a la cabeza de ese nuevo paradigma: pactos cerrados en el último momento, sin que nadie sepa a ciencia cierta de qué se trata o qué es lo que se ha pactado más allá de un reparto de sillones. Reparto que, además, no satisface ni a los propios implicados en la negociación.

Y a todo esto, la gestión diaria de la ciudad abandonada. El respeto a lo que expresaban los votos en la noche del 26 de mayo, interpretado al criterio de quienes han olvidado lo que debe de ser siempre la democracia: el servicio del bien común.

Como bien decía Carlos Cano: necesitamos que alguien nos explique, buenamente, "el mecanismo". Sea Maroto o Pérez o Salvador, pero con un poquito de transparencia y dignidad. Quizá necesitamos que venga alguien y componga una canción.

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