Afinales del XIX, uno de esos oficiales británicos que soñaban con que los inmortalizara Kipling, pero que parecían un Mr. Bean avant la lettre, tuvo la ocurrencia de utilizar con un jefe sudanés el mismo ardid que usó Colón con un cacique caribeño. Con toda la prestancia aprendida en Sandhurst y mirando fijamente a su adversario, le dijo: «Si no me obedeces, mi magia arrancará un pedazo de la luna». El jefe lo miró con sorna y le contestó: «Si se refiere al eclipse, será mañana». Hoy parecería aventurado suponer que haya, salvo algunas tribus perdidas en el Amazonas, seres humanos a los que convencer con trucos de este tipo.
Sin embargo, en este verano que ya acaba, si no he saltado del sillón al leer algunas noticias, ha debido ser por mi natural parsimonia. ¿Cómo reaccionar al hecho de que un seguidísimo youtuber afirme que la Tierra es plana? ¿O que Iker Casillas defienda que el hombre no llegó a la Luna y le secunden miles de personas que debieron ir al colegio? De nada sirvió que Pedro Duque, astronauta y hoy ministro, les replicara. La ignorancia es atrevida y, unida a la soberbia de las redes sociales, constituye un cóctel explosivo de primera magnitud.
Sumen a ello las modas alimentarias que dan una vuelta de tuerca más a esta tendencia antiprogreso como el consumo de leche cruda o de agua sin tratar y la obsesión por lo orgánico y lo biológico, sea eso lo que sea. Por no hablar del movimiento antivacunas, la homeopatía y el milagrerismo que resurge. Parece mentira que tengamos que recordar que nuestros antepasados no tuvieron una vida más sana que nosotros. Pasaron más hambre y más frío. Y además, murieron más jóvenes. Si la esperanza de vida ha aumentado cuarenta años en un siglo no ha sido por casualidad, sino porque la salud pública se convirtió en uno de los pilares de la sociedad moderna. Estos avestruces postmodernos creen que si no vemos algunas enfermedades, será porque no existen. O no existieron. Debieron ser un invento de los poderosos para oprimirnos. Pero la verdad es que cualquier niño del baby-boom recuerda algún compañero de colegio afectado por la polio y aún hay quien siente pavor al oír hablar de la talidomida.
Hace dos mil años, Eratóstenes de Cirene calculó la circunferencia de la tierra midiendo la sombra de dos palos. Parece mentira que en estos tiempos de inteligencia artificial tengamos que sufrir a tanto tonto online pegado a su ordenador.
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